lunes, 15 de julio de 2019

Y se llevan Piel a ver el mar.






Pasea una amiga mía por la playa. Ha ido allí para encontrar un trozo de paz que se le había extraviado. Me pidió las llaves de El Capricho y se fue para remojar su tristeza en las aguas del Mediterráneo. Para que dejara de escocer. 
   En uno de esos paseos, se encuentra con una mujer leyendo mi poemario, se detiene detrás de ella para asegurarse y, sentándose a su lado, le cuenta que conoce a la poeta, que soy su amiga y que si puede hacerle una foto para enviármela. 

   Desde aquel día, procuran encontrarse en el mismo sitio, han comido juntas un par de veces, se han contado su recorrido, han comprobado que acudieron las dos al mar para encontrar respuestas en el horizonte difuminado de la mirada y han leído juntas los poemas de Piel.
   Y, me dice hoy, que Julia, así se llama la mujer, y ella, han vuelto a Madrid con los restos de arena tatuados en la sonrisa, con otra luz entre los dedos y que, cuando quedemos para devolverme las llaves de mi casa, me entregará con ellas el secreto del resto de sus días.
   Y que me presentará a Julia para que le firme el libro.

2 comentarios:

  1. Buena fotografía para guardar en el archivo de las mejores y algún día lucirlas junto a palabras recitadas, títulos sugerentes y una puesta de sol que dore su piel.

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    1. Pues ha sido un encuentro fortuito el de mi amiga y ya nos hemos citado para conocernos y firmar el libro. Un abrazo para ti.

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