jueves, 11 de julio de 2019

Esto es todo, amigos.


Llevo, este mes de julio, luchando con la inercia, con la pereza, con la apatía, la desidia, la desgana, la abulia, la dejadez, displicencia y más sinónimos que no recuerdo ahora. Me tumbo, a lo largo del día, en la cama deshecha, leo, eso sí, estoy leyendo mazo, paseo con Chewie, le hablo de mis proyectos y me tomo una cervecita poco antes de acostarme, ya noche adelantada.
    Y hoy ya es once. Medio mes perdido.
  Me levanto temprano y, con un café, salgo disparada al estudio, enciendo el ordenador, coloco el cursor en la página donde quedó la historia interrumpida el día anterior y, cuando pasan un par de horas, me doy una ducha rápida y me bajo con Chewie a buscar la continuación  perdida por los parques que rodean mi casa. A pedirle respuestas a la mañana.
   Y así desde hace días.
   Y todo por culpa de Ella.
   Así comienza la historia.



En las clases de todo

"Ella es discreta, callada, diligente.
     Algunas veces pregunta cómo se escribe una palabra, tiene una letra tranquila, hace unos pulcros redondeles encima de las íes, es puntual  y las haches la mantienen en un continuo titubeo.
     Participa en todas las actividades que se proponen en clase y siempre, siempre, contamos con su sonrisa.
     A lo largo de los años en las clases de todo de los miércoles no ha faltado ni un solo día. Se sienta en medio de una mesa alargada, enfrente de un rayo de sol que entra, oblicuamente, desde la esquina del aula, que nos reconforta a todos mientras escribimos, mientras señalamos en el mapa los afluentes de un río, las capitales de África o abrimos en canal el libro elegido para tocar las entrañas con las manos.
   Al principio, en aquellas clases que comenzaron una tarde de un octubre ya remoto, acudía a la cita con los estragos de la depresión en todos los movimientos, con su mutismo y su lentitud, pero, poco a poco, se fue integrando en el grupo y todas observamos con alegría que los malos tiempos ya son agua pasada.
     Y hace poco, durante la tertulia que tenemos cuando, a media tarde, nos tomamos un café y la charla deriva hacia nuestras respectivas biografías, a problemas familiares, a los tiempos vividos, a las fatigas que se pasaban en aquellos años difíciles, a los amores que no llegaron a completar el recorrido deseado, a la desilusión de aquel deseo, Ella dejó caer, tímidamente, como disculpándose, la dureza de su vida, la tristeza que la acompañó durante demasiado tiempo, el pequeño diario que llevaba para no olvidar nada de lo que le aconteció, o quizá para enterrarlo al trasladarlo al papel.
     Alguna vez me pidió que la ayudase a pasarlo a un soporte más sólido. Que quería ofrecer su historia a sus hijos para que la comprendieran. Que quería esconderla, para siempre, hacerla historia.
   Yo no tomaba muy en serio su propuesta, porque, ¿qué vida no esconde una novela, una epopeya, un largo camino a Ítaca? Creemos que la nuestra es especial, pero es una idea errónea y soberbia. Tanto escondite puede haber en cualquier ser humano, en todas las vidas.
    Y me hacía la sorda y le daba largas.
    Pero, aquella tarde, recogí el guante.
   Me trajo, a la semana siguiente, una carpeta con una treintena de folios cuadriculados, escritos por las dos caras con bolígrafo negro y letra apretada.  Contenían parte de los recuerdos que le mordían el alma, apuntes que había ido registrando por si el olvido se instalaba en su mente. Me ofreció la carpeta con los folios manuscritos y me permitió bucear en ellos para extraer la historia de su vida.
    Y aquella misma noche, dejando a un lado el poemario que estaba acabando de corregir, me dispuse a leer las notas de Ella".

    Y ahí comenzó mi zozobra.
    Voy a pasear con Chewie.
    Otro día huero.



















2 comentarios:

  1. Bonita manera de desovillar el tiempo entre las costuras del alma. Será un halago para su persona y para su mente. Muchas historias se perderán sin salir a la luz.

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    1. Ahí estamos, tejiendo. Ya veremos como queda el jersey. Un abrazo.

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