viernes, 2 de noviembre de 2018

Un poema, cualquier tarde.





Estaba sola. 
Leía en la sala,
en el rincón oculto
al bullicio,
con la mantita de cuadros
bien acoplada
y mis zapatillas
de felpa azul.
Leía sin demasiada atención.
Fuera, en la calle,
el viento.
Casi noche.
Y pensaba en ti.
No sé por qué
pero me dirigí al espejo
grande de mi alcoba.
Me desnudé.
Me contemplé entera.
En el espejo.
Largo tiempo.
Recorriendo mi cuerpo con las manos,
lentamente,
adecuándolas a la tripa,
a los pechos, a los hombros,
al misterio del cuello.
Internando los dedos
en los rizos tibios y urgentes
del pubis.
Silueteando la cintura
y los muslos tímidos.
La llaman la petite mort.
Me dirigí de nuevo
a la sala.
Me envolví en la manta de cuadros
y comenzó el llanto.
Fuera,
en la calle,
el viento.

2 comentarios:

  1. En la calle, el viento esparcía con brío las apagadas notas de un leve gemido, ululando sin tino, lleno de envidia, pleno de envidia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Plena estás tú siempre y sembrá. Un abrazote con brío. Nos vemos.

      Eliminar