Estos últimos días de Agosto han estado vivos, en ebullición, candentes, con el alma encogida por diversos sucesos. Uno de tono oscuro y adverso y otros con destellos naranjas y gozosos.
El último domingo celebramos en mi Villa Favorita el XXXVII Certamen Poético Internacional Francisco de Quevedo, que organiza la Orden Literaria de la que tengo el honor de formar parte.
Este año me correspondió leer una pequeña alegoría al pie del busto de Quevedo al tiempo que se depositaba una corona de laurel de parte de la Orden que le honra y mantiene viva su memoria.
Más tarde, ya noche, unos vinos dejaron paso a charlas distendidas con los premiados y reconocernos en la poesía y en la amistad.
El periodista y escritor Víctor Claudín en su intervención.
El Gran Maestre y la Escribana Mayor dando comienzo al certamen.
Ante el busto de Quevedo en la Plaza de San Juan.
Y le dijimos:
Y se contonea Agosto,
Y lanza la esperanza hacia la anchura.
Y le dijimos:
Y se contonea Agosto,
alejándose
para siempre
entre
las esquinas del pueblo dormido.
Se detiene
unos instantes bajo los soportales
de la
plaza augusta,
atento
al balanceo de las campanas,
alborotadoras
y ajenas.
Doce
avisos.
Luego, con
dignidad y en silencio, sube la calle empedrada
camino del
final, del destierro.
Roza la
Cruz del Siglo
y continúa
hacia los olivares, hacia el pasado,
hacia el
recuerdo.
Y, en la
oquedad de la noche,
un
Septiembre, postrero y lento, abre su capa,
para descubrirle
los últimos granos de arena
que
descienden, imparables.
Y don
Francisco, sabe que llega aquélla, la que es cierta,
la temida,
y le
tiemblan las calles y las horas
en ese
caldo añejo en que bracea.
Es lenta
la agonía.
No
amanece.
Y oye el
susurro del mar, tan lejano,
entre las
sábanas húmedas y rendidas
y se hunde
más en la desgana.
Y lanza la esperanza hacia la anchura.
Y respira
vencido. Y no amanece.
Y no
amanece.
A don Francisco de Quevedo y Villegas,
señor de la Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago, en ésta, otra noche de Agosto, que se aleja, que se
aleja…
El martes fue el día que me regalaron la concejalía de cultura y la biblioteca de Villanueva de los Infantes para presentar, en el marco perfecto del patio de la Casa-de-los-Estudios, mi segundo poemario "Besos de nitroglicerina en el corazón".
Arropada por casi la totalidad del pueblo, ora en presencia, ora en sentimientos, leímos, comentamos, recitamos y disfrutamos de las palabras y de los ecos perdidos, pero presentes, de las voces de los insignes gramáticos y literatos que por allí dejaron su impronta.
Ahora paseo por el pueblo en silencio, ya se divisa la esquina que debemos doblar para recibir un nuevo mes; el tono oscuro del suceso que os decía al comienzo se va aclarando, se disipa. El tono naranja y brillante resplandece aún más en el recuerdo.
Entro limpia, renovada y agradecida en Septiembre.
Y con un manojo de gracias aún por repartir.
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