martes, 4 de abril de 2017

Esos recovecos imprevisibles del camino. Y el dolor.






Doctor, hable con ella.
Se quiere ir a su casa.
Dice que tiene que lavar las cortinas
del salón
y dar cuerda al reloj que le regaló mi padre.
Que el mercado le pilla cerca, que le gusta estar sola
y que la casa de su hija tiene pocos metros
y demasiados libros.
Hable con ella y cuéntele la verdad,
endulzada,
como usted sabe hacerlo,
convenciéndola con sus manos calientes
y la fe que le inspira.
Yo le espero fuera, en el pasillo,
para que ella no tenga que fingir fortaleza,
para que pueda mirarle a los ojos
y preguntarle sus miedos.
Hable con ella y ofrézcale tiempo
con esas pildoritas mágicas que se toma, obediente,
tres veces al día con buchitos de agua fresca.
Hable con ella y muestre júbilo
ante la asombrosa mejoría.
Dígale que está hermosa
y, que su hija poeta,
le está haciendo un verso a escondidas.
Yo le diré más tarde que ya dí cuerda al reloj,
que las cortinas están limpias
y que llevaré los libros al desván
para dejarle espacio.

Hable con ella doctor.
Entraré luego, sonriendo, abriendo las ventanas,
admirando el otoño y las palomas,
y robándole una esquina de la cena,
como si estuviera alegre.
Ella me llamará loca
y yo me enfadaré un ratito,
remedando tiempos mejores.
Hable con ella doctor,
hable con ella.




(Foto tomada de la red).

2 comentarios:

  1. Magistral.Tan emotivo que la piel se me ha encogido y los ojos están acuosos.Es un retrato tan real y cotidiano, en el que muchos nos vemos reflejados ahora mismo. Todo tendrá una senda buena. Te dejo. ¿Sabes? hoy tengo que escribir una carta. Un fuerte abrazo con cariño especial.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otro abrazo de vuelta. Ahí andamos amiga. Todo saldrá bien. Escribe, escribe...

      Eliminar