jueves, 27 de enero de 2022

Detenerme

     Tu mano diciéndome adiós desde la puerta de la alcoba, que te vas a acostar, me dices, que si me queda mucho para acabar el poema. Levanto los ojos del pudor de la incógnita y te miro sin verte, te lanzo una metáfora o quizá fue el final de un verso alejandrino, no recuerdo, no recuerdo bien, sólo tu figura diluyéndose en el filo de la medianoche, en esa frontera de cambio, en la hora oscura en la que la duda se escarcha y se clava en el costado.

A través de los cristales, húmedos de noche, veo todos los pájaros quietos, inservibles. No hay estrellas. Qué escalofrío de pérdida, qué dolor de acantilado, qué trabajo mantenerte viva. Que vaya a dormir me dices, pero yo quiero estirar el momento con el señuelo de pergeñar un poema o rematar aquel sueño que comencé hace días. Aprovechar el choque de las ramas que danzan locas al viento, histéricas y seguras. Detenerme a mirar el horizonte, quizá adivine allá, en la lejanía, en aquella línea de promesas, la respuesta a todas las preguntas que me haces, que me hago.

Y esa algarabía de pájaros en desbandada. Y tanta nieve detrás de las cortinas. Y yo, descalza, clavándome los vidrios del desengaño y la pérdida. Y, afuera, el grito del lobo. Mi grito. El grito silencioso de la impotencia.

Cuando, vencida, me retiro para acompañarte en el sueño, ya se calmó el estruendo de mis ansias y tú duermes.




Imagen tomada de la red

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