miércoles, 26 de septiembre de 2018

Galería de trampantojos.


Nuestro noviazgo duró quince días, porque, aunque me gusta hacer las cosas despacio, no estaba dispuesta a que llegase alguna lagartona y me levantara al Nicolás, que teníais que haber visto cómo le devoraban con los ojos las chicas de la droguería de la acera de enfrente, cuando me esperaba a que yo saliera de mi trabajo, tan guapo, con su americana príncipe de gales y con las mangas un poco arremangadas, para que se le viesen con más desahogo los gemelos del Atlético de Madrid.

   Nos casamos un cinco de Agosto, bajo un sol de injusticia: cuarenta grados dentro de la iglesia, fuera, ni os cuento. El cura, con los ojos desencajados, deshidratado el pobre y dándose aire con un abanico de lunares negros, a juego con la sotana, aguantó hasta el final, aunque con las ansias de la muerte se le olvidó pedirle al padrino los anillos y nos los pusimos luego en el banquete que sucedió a la ceremonia, en una espléndida terraza de la Casa de Campo, a lo fresquito.

   Mi Nicolás iba espectacular, tuvimos la suerte de que unos días antes le habían dado un uniforme nuevo de pocero, ¿os había referido anteriormente que ése era el oficio de mi novio?, y se lo puso, porque los dos somos de la opinión de que es una sinrazón comprarse un frac o similar sólo para ese día, eso sí, las botas de caña alta no se las puso, iba con unos náuticos azules preciosos que compramos en Los Guerrilleros.

   Yo iba con un traje de novia que alquilé por la misma razón que he expuesto más arriba y con un casquete de raso con flores silvestres. Estaba muy nerviosa y deshidratada, como el cura, y le preguntaba constantemente a Nicolás si se me había torcido el casquete florido, y él me decía bajito y al oído: el casquete, el casquete es el que te voy a echar yo...
 (continuará).




   De Historia de mi existencia, perteneciente al libro de relatos Galería de trampantojos.
   A la venta en las librerías de Leganés, Punto y Coma y La Libre de Barrio.

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