martes, 11 de septiembre de 2018

A mi madre. De nuevo. Siempre.





El ruido del silencio de mi madre,
me despierta por las mañanas,

escucho el rebullir de las sábanas revueltas,
el murmullo del sudor entre sus pechos desahuciados,
la caricia que dedica a la almohada húmeda,
el susurro de mi nombre que no invoca.
Me levanto despacio pero con el impulso loco de la duda
y me acerco con sigilo a la habitación que ocupaba,
miro la cama impoluta, la colcha de flores diminutas, 
el cojín con su letra bordada.
Miro las cortinas silenciosas y la penumbra cómplice.
No hay rastro de que estuvo.
Ya se fue su olor por las ventanas abiertas al verano.
El sempiterno vaso de agua ha desaparecido de la mesilla.
Sus zapatillas, en alguna bolsa olvidada.

El dolor que emana de mi camisón heredado
impregna enseguida los rincones de sus últimos días,
su voz tenue y esperanzada aún resuena en mis oídos 
y en mis dedos baldíos.
La llamo bajito, deseando que abra los ojos y me mire.
Le imploro que me ayude a olvidar aquellas horas,
que no recuerde que se fue sin ver lo que tanto anhelaba,
que me enseñe a soportar el orden gélido de mis rutinas.
que me bese en la próxima noche y se lleve mi llanto.
Que me borre del alma tanto dolor compartido.
Que me perdone.

2 comentarios:

  1. Y alguna vez te parecerá escuchar su voz y contestarás convencida. Otras, querrás hacerle aquella pregunta que se te quedó en el tintero y sentirás que te arropa en una noche fría. Pero es así,los deseos siempre camina a nuestro lado, pero solo son recuerdos que nos hacen sentir desamparadas. Un abrazo.

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  2. Que te voy a contar que tú no sepas. Un abrazo. Ya nos contarás en el taller cómo va el ratoncillo nuevo de tu casa.

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