Mientras me tomo un café minúsculo, abro, con la ilusión
de la primera vez, un nuevo libro.
Enciendo un par de tres o cuatro velas y me acomodo un
cojín bajo la espalda.
Comienzo.
Pero la música que, suavemente, rellena los rincones del
silencio, nos sorprende con “La balada de un loco” de Astor Piazzolla y Haro "enloquece".
Es su preferida.
Con una mirada me conmina a dejar el libro y a bailar con
él el tango.
Y ahí nos ves, danzando por el salón, abrazaditos los
dos, con los ojos cerrados, a la luz de las temblonas velas:
“Quereme así,
piantao, piantao, piantao…
trepate a esta
ternura de locos que hay en mí
ponete esta peluca
de alondras ¡y volá!
¡volá conmigo ya!
¡vení, volá, vení!
Cuatro minutos
después, apago la magia y continúo leyendo.
Haro se ovilla tras un suspiro y se duerme.
"Loco, loco,
loco…”
Me emociona tanto esa canción...me trae recuerdos de mi juventud, y de algunas personas que tanto quise.
ResponderEliminarY tu perro debe ser muy feliz por tener una dueña que baila con él así de bonito...
Querida Alena, como mi marido no es bailón, pues tomo a mi perro como partenaire y bailo por el salón y, sí, me gusta mucho esa canción. Me alegro que coincidamos en esto y en muchas más cosas por lo que veo, ya que te sigo y te admiro. Un beso grande como Piazzolla.
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