miércoles, 9 de marzo de 2022

Cuarenta y nueve días.

Cuarenta y nueve días sin sombrero,

sin ponerme tacones ni los pendientes largos,

sin perfilarme los ojos de audacia

y derrochar con soltura mi perfume caro.

El espejo me pregunta qué pasa con mi pelo,

desordenado de insomnios y palabras,

y me devuelve la imagen de una mujer madura,

que hace muecas y se estira las sienes con los dedos.

Ahora ensaya una sonrisa, ahora un guiño,

se palpa los pechos y se acaricia el vientre.

“Cuarenta y nueve días y un sombrero nuevo”,

escribo ahora en el cuaderno más hermoso

y muevo los tacones a ritmo de un bolero

mientras pienso en tu boca

olisqueando mi nuca,

desahogando los botones de mi blusa ofrecida

y apartando las dudas

con tus dedos de magia,

y acabo este poema con el rímel corrido,

y el gozo saciado de nuestras noches largas. 




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