57. Esperando el verano.
Tienes la edad que te suponía. Diecisiete años. Lo supe
ayer, cuando pasaba delante de tu grupo de amigos, sentados todos en el banco
del parque que separa nuestras casas; se cruzaron tu saludo y el cumpleaños
feliz de tu gente. Sonreíste, quizá un poco avergonzado y alcancé a oír, antes
de dar la vuelta a la esquina, "joder
Alberto que ya vas para viejo, diecisiete años, ya te vale".
Hace un par de años que me fijé en ti, al salir de casa
te veía en el banco del jardín con tus amigos, tú siempre de pie, tanteando un
balón, apoyado en tu bici o fumando un canuto; dirigiendo, la mayoría de las
veces, vuestra próxima maniobra, a dónde ir de marcha. Se veía que eras el
líder, el descarado, el ligón, el chulo. Te he conocido al menos tres o cuatro
chicas agazapadas bajo tu brazo o detrás de ti, un poco sumisas y contentas de
que el machito del grupo les haga el honor.
Eres un chico callejero, debes ser mal estudiante, buen
hijo, tierno, lo he visto, con tus mascotas, decidido y un poco malote.
No hace mucho que, con motivo de una pequeña pelea de
nuestros perros, comenzamos a hablar. Desde entonces me saludas, cada vez que
nos cruzamos separas un poco la mirada de tus amigos y me sonríes levemente, un
buenas o un qué hay te bastan. Yo te digo siempre hola con mi mejor sonrisa. La que tú me inspiras.
Diecisiete años.
A mi perro le gusta jugar con el tuyo, se han hecho
amigos después de la primera impresión, mueve el rabillo cuando le ve y a mi me
gusta oír tu saludo y tu pose de impaciencia, mientras dura el breve encuentro
de los chuchillos.
No hablas mucho. Es normal. ¿Qué le podrías decir a una
señora de… cuántos años me echarás? ¿Lo has pensado al menos?
Queda poco para el verano. En ese restaurante francés que
pusieron hace poco en el bulevar, cerca de nuestras casas, cuando llenen la
acera de mesas y sillas para que el calor y la vida nos cubra por entero, me
sentaré a tomar una cerveza y a leer algún libro de poemas.
Cuando te vea, cuando pases algún día con el canuto en una mano y un futuro inmenso escondido en la otra, cuando dejes caer sobre la tarde
tu saludo, te invitaré, te ofreceré una cerveza, te pediré que me acompañes un
rato, cerraré el libro para no asustarte y avanzaré la silla para evitar la
excusa.
Queda poco para el verano, mientras tanto, deja que nuestros
perros se conozcan un poco más, llevaré en los bolsillos una golosina para
ellos, te preguntaré el nombre del tuyo la próxima vez y te diré que el mío se
llama Haro “con h”, y reirás y te felicitaré con retraso por tu cumpleaños.
La sombra del chico de los diecisiete.
ResponderEliminarMC
Y los sueños, sueños son. No te doy tres besos, por si acaso... valen 20?
ResponderEliminarEl amor no cumple años, somos nosotros los humanos los que lo envejecemos, el, ¡el está siempre lozano y a la espera!
ResponderEliminarPuede que tenga razón D. Luis. Puede que la tenga. Un saludo que no envejezca.
EliminarPuede que tenga razón D. Luis. Puede que la tenga. Un saludo que no envejezca.
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