miércoles, 16 de diciembre de 2020

Adúltera

 




Juro que nunca se me había pasado por la cabeza.

     Pero me gustó tanto aquel hombre.

     Quedamos.

     Me llevó a un hotel caro. Divino de la muerte.

   Yo vibraba, por una vez en mi vida, entre la pasión (desconocida) y los nervios.

     En el trayecto, entre caricias y susurros, me confesó que tenía un tatuaje en un punto geográfico interesante.

     Yo vibraba.

     Juro que nunca se me había pasado por la cabeza ser adúltera.

     Mientras me preparaba un gin tonic me metí en la bañera.

     Resbalé al salir.

     Hospital y todo eso.

     No llegué a verle el tatuaje.


(Relato premiado en la VIII edición de microrrelatos "Amor en 1 minuto" de SER Madrid Sur. Año 2015.

Máximo 100 palabras, incluyendo los términos hotel, tatuaje y bañera)

viernes, 11 de diciembre de 2020

Mis cuestionarios Proust. Inma Luna.

 Yo no sabía que se hacía tan largo

este camino al filo,

este sudor de barandilla

que se agitaba la respiración,

que el músculo negaba el equilibrio.

Cuando vivía sin escalas

no había estos embates trastornados

tampoco este fulgor en las prolongaciones.

     Tenía una cita con Inma Luna, en la plaza de la Fuente Honda, de Leganés. Allí quedamos, en un lugar que despierta sus recuerdos de infancia, de olores y caricias, de familia y de comienzos.

   Yo la esperaba con su último poemario Edificio Nautilus. Y la vi llegar, arrastrando palabras y tocada con su habitual luz y con un sombrero. Yo también lo llevaba. Y nos sentamos al aire libre, en una mesa abierta a la charla y bajo el abrazo de los plátanos de sombra de la plaza. Pero hacia frío. Me costó que el bolígrafo guardara las respuestas que me iba dando a las preguntas del cuestionario Proust, ni él ni mis dedos respondían. 

     Y sin anotar nada, tomado un café y dejándonos llevar por los vericuetos de la vida y sus sensaciones, me fue desgranando sus gustos, sus ansias y sus sosiegos. Yo confié en mi memoria.





     Me confesó que el principal rasgo de su carácter es la curiosidad, la pasión, las ganas de experimentar; que admira la inteligencia en el ser humano y que cocinar es una de sus ocupaciones favoritas; que no espera nada de sus amigos y que se adapta a vivir en cualquier lugar. La magnolia es la flor que más le gusta y la gama de color que discurre entre el rosa y el violeta. Se reconoce algo brusca en determinadas ocasiones y le gusta la felicidad de provocar la sorpresa y el asombro si la rutina viene para quedarse. 

     Le gustaría llegar a ser una buena novelista, reencarnarse, si se lo ofrecen, en un hombre y admite que puede mentir en las ocasiones en las que no se siente orgullosa de lo que ha hecho. Le hubiera gustado ser joven en los años 60. Me habló de Lisístrata y su vuelta de tuerca cuando le pregunté por un héroe o heroína de ficción.

     No soporta a los que no dudan y la falta de humanidad y se arrepiente de no haber sabido expresar sus deseos. Su estado actual me lo describe como muy bueno y se sabe con el lujo de sentirse querida y mimada. Su nombre favorito es Violeta.

     Las rapaces y las cigüeñas, me contestó, cuando le pregunté por sus aves preferidas y la cantante y compositora mexicana Lila Downs es la elegida cuando me intereso por la música que escucha a menudo.

    Clarice Lispector, Ian MçEwan y Siri Hustvedt, son, entre otros, sus autores preferidos en prosa. En poesía, Anne Sexton, Sharon Olds, Pizarnik o Wislawa Szymborska. Y el expresionismo del pintor austriaco Egon Schiele.

     Inma Luna expresa ahora sus deseos con su incursión en el teatro y busca la sorpresa con la acuarela; con los pinceles, pergeñando platos o desarrollando monólogos sobre el escenario, rematando poemarios o mirando el mar desde su ventana: "Agua de mar temprana / me cubre de la sal que tú retiras / cuando llega la hora de la siesta".

     A Inma le gustaría poseer el don de adaptarse al medio, a esas cosas extrañas que sin embargo ocurren y admira la lucha eterna de las sufragistas. Me recomienda la última novela que ha leído La violencia tranquila de los sueños, de K. Sello Duiker.

     Había quedado Inma con otras personas, quería aprovechar el primer fin de semana decembrino para cubrir todas las citas antes de volverse a su isla, a continuar con sus estudios de arte dramático, a retomar sus pinceles y a poetizar la orilla del mar y sus quehaceres, a mirar, en un día claro, la silueta africana, la barbilla de nuestra península o, amusgando un poco los ojos, allá, a lo lejos, el costado derecho del continente americano. 

     Nos hicimos unas fotos, nos retocamos las mascarillas y el sombrero, y nos despedimos, con la promesa de otro encuentro y con un vago temblor de rodillas en el corazón. 


Me persigue el abismo de una mujer inabarcable,

me hace pensar que cualquier noche

el bocado desgarrará las comisuras

saltará por los aires

este desollador aplomo

se abrirán paso unas ganas feroces

de comérmelo todo,

con placer y sin límite,

todo lo puro y lo recién nacido

en un ciclo precioso

una vorágine

que camine de fiesta hasta la vida.

     Gracias, Inma.


(Poemas de Edificio Nautilus).

https://es.wikipedia.org/wiki/Inmaculada_Luna

miércoles, 28 de octubre de 2020

Ligera de equipaje

    


      Estoy haciendo sábado como decían en mi casa. De cuadernos. Reviso las nostalgias y deseos que contienen, hago cruces sobre ellos con un rotulador negro de punta gorda y los echo en una bolsa para el contenedor. Guardarlos, para qué?

       Eso sí, los reviso antes, no vaya a ser que me encuentre con algún recuerdo que se me haya olvidado. He rescatado alguna fecha, aquella mirada, ese desengaño, mil proyectos, insomnios, pero creo que nada importante.

      Y a este poema, antes de tirarlo, escrito hace demasiados años, creo que le voy a dar su minuto de gloria. Lo escribí, cuando me invitaron a una boda en una residencia de mayores.

Me he detenido en el patio de la residencia,
las flores ponen color a los árboles viejos,
el sol ese día era de cobre y fuego,
las ventanas se abrían a pájaros emigrados.
Hemos vuelto al Paraíso, me susurran,
aquí no hay peligros ni asusta la noche,
como en aquel, hay adanes y evas
y las manzanas se pueden morder sin pecado.
A veces cae la lluvia y moja las risas
que olvidan sin miedo al pie de los parterres,
a veces las estrellas iluminan sus cuerpos,
que esconden secretos tras livianas cortinas.
Cuando en alguna ocasión hay una boda,
las campanas de iglesias lejanas voltean sin ruido
y una vez oí al novio, elegante y añoso
regalarle a la novia anhelante, al oído,
un verso que escuchó de algún poeta antiguo:
"Esta mañana amor, tenemos veinte años".

viernes, 23 de octubre de 2020

Noctuario. Desembocando en viernes

 








No puedo dormir. Ya en la cama he tenido la sensación de que todavía le quedaba un cuscurro al día. Faltaban unos minutos para las doce y aún no había sonado el carillón del salón, aún podía seguir bailando, brillaban todos los caireles de las lámparas y todavía no era momento de perder el zapato.

     Me levanté y me regalé una copita de Calvados, apenas un dedo. Otro cuscurro. No quedaba más. Ya tengo tarea para mañana: comprar otra botella, y un cuento para mis nietos, y cápsulas de café y un cuaderno nuevo donde seguir albergando los miedos. Y tinta de color verde.

     En mi estudio me espera, espatarrado y desafiante, el noctuario, hoy no querías escribir, parece decirme. Y echo la mirada a lo lejos, al más allá, a aquellas luces gentiles que me parpadean promesas, al manto de la noche, y me mojo los labios con el licor fuerte y decidido del brandy… los labios…

Y escribo:

Los labios dicen mucho

de tu alma.

La boca a veces te arropa,

a veces se perfila en un guion rencoroso

y deja un rastro podrido

de antiguos desdenes.

No podemos percibir ahora

sus indicios.

Los labios sonríen o te juzgan

y en ellos yo veía tu ansia o tu huida.

Hoy he tenido que fijarme en tus ojos,

estaban llenos de pájaros ausentes,

de rosas oscuras y vencidas,

de ráfagas de palabras amarillas.

Y esos labios que tanta sed me daban

cuanto más los bebía,

se esconden, tercos, en un silencio hostil

tan lleno de cristales. 

     Y apuro el contenido de la copa y dejo la pluma y apago la llama confidente de la lamparita. Ya no hay carillón, ni se balancean los caireles, ya se fue definitivamente el día. Ya no tengo tu boca.

     Me dirijo, vencida y mansa a la alcoba en penumbra.

     Descalza.

 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Noctuario. A pie de página III

 


Llueve todavía.

     No le hago caso al dolor, me resisto a ir al médico, no me escucho. Pero las rodillas me están haciendo tropezar a cada paso y doblega mis ansias de paseo. Así estoy desde el verano.

     Hoy he pasado un mal día. Al final tuve que llamar al médico. Mañana me mira. Y sé lo que me dirá: artrosis, degeneración, pata de ganso…

     Ya me pasó otra vez y le dije, muy seria a mi médico, que yo no podía tener un dolor que se llamara pata de ganso. Me lo cambió por tendinitis ansarina y ya, con esa poética definición, salí cuasi airosa de la consulta. Él se quedó pensando.

     Ha llovido todo el día. Me encanta la lluvia. Me relaja y me pone alegre, optimista, fácil. Sí, es lo que hay.

     He leído, he intentado escribir ese poema, tomado un par de cafés mirando el horizonte desvaído desde mi decimotercer piso, entre los resquicios que me dejan los bloques de celditas, allá, a lo lejos, mezclándose con el cielo y la incertidumbre. Me he masajeado las rodillas, implorando piedad y tiempo. He manoseado apenas este miércoles y he manchado de acuarela un cuaderno de dibujo. He paseado con Chewie por la alameda.

 

Llueve,

detrás de los cristales, llueve

y llueve,

sobre los chopos medio

deshojados,

sobre los pardos tejados

sobre los campos, llueve.


     Y escuchando esta canción de Serrat, que me trae retazos de otras lluvias, de otras aceras, de otros brazos, escribo esto, dejo el noctuario y las gafas, me acomodo los auriculares y la almohada, y pienso que mañana quizá escribiré el poema perfecto.

 

  

martes, 20 de octubre de 2020

Noctuario. A pie de página.

"Tras una cortina de lluvia se diluía en transparencias el paso cadencioso de las horas", dice mi amigo, el poeta conquense José Ángel García, en su poemario No le busques cinco pies a un verso.
     El poema se titula igual que el título que le pondría yo a este martes: No fue gran cosa.
    Me he dado una ducha lenta y he dedicado un rato a regalarme delante del espejo. 
     Otro día que se ha escapado como si fuera inocente. Una cruz aspada en el calendario de mi derrota.
    Me acuesto con Bolaño y con la soberbia esperanza de que mañana tenga algo que ofrecer a la hoja en blanco de mi noctuario.
   Chewie, desde su cama, me mira. Quizá se esté preguntando si tengo calmo el rumor de mis dedos.
     Sigue lloviendo.
    



Noctuario. A pie de página.

El rumor de las yemas de los dedos me despertó.

La señal. 

El día anterior no había escrito nada. Ni el anterior del anterior.

Necesidad. Remordimientos. Culpabilidad.

Me levanté, eran las dos y diez de la mañana, o de la noche, o de la madrugada.

Fui a la cocina y me hice un café. Abrí el cuaderno por la hoja hambrienta.

La pluma, ansiosa; las ideas, revoloteando y confundidas. Sensación de ahogo y respiraciones profundas.

A pie de página, latente, el miedo al sueño. Noctuario.

Todo ha pasado. Ni Dios puede cambiarlo. Quiero escribir lo que he aprendido, las ansias y sosiegos.

Chewie me acompaña, después del sobresalto.

Continúa el rumor escandaloso de los dedos. Necesidad y campo baldío.

Las tres y cuarto.

Nada. Y vuelvo a la cama.

Mañana será otro día.




jueves, 8 de octubre de 2020

Mis cuestionarios Proust. Hoy, del poeta Joaquín Brotóns Peñasco

La cita con Joaquín Brotóns era en el Café Bar Penalty, en la Plaza de España de Valdepeñas. 

    Y era mediodía y era septiembre. Y allí, con un café y palabras mágicas, nos conocimos personalmente y se cuajó una amistad.

    Yo había leído toda su obra, le conocía como vate y, golosa, me disponía a conocerle en todas sus facetas.

     A la primera pregunta me respondió que la sinceridad era el principal rasgo de su carácter y que la cualidad que apreciaba más en el ser humano era que fuera buena gente, que no espera nada de sus amigos para evitar el desencanto y que, a veces, tiene poco aguante. Que navega en el mar proceloso de la poesía con las tormentas y calmas que la escritura del poema conlleva, con sus ansias y sosiegos.



     Joaquín nació en el seno de una familia de bodegueros y comerciantes, dedicada a la elaboración, crianza, embotellado y exportación de vinos. Por sus bodegas desfilaron el dramaturgo Francisco Nieva, el pintor Gregorio Prieto y los poetas José Hierro, Sagrario Torres o Pablo García Baena: "el vino es carne y sangre en Valdepeñas. En los carros pasan en triunfo, entre risas y pámpanos, los jóvenes cuerpos. Y corre el vino en faústico derroche", escribió en su día  en el libro de firmas de las visitas.

      Degustadores del vino de las bodegas familiares fueron hombres como Gregorio Marañón, José María de Cossío, Cela, Zuloaga, Sabina, Pedro Almodóvar o Paco de Lucía, entre otros. Y mujeres como Gloría Fuertes, que, en una noche de vino y rosas con el poeta, se declaró "mística de taberna".

     Le gusta a Joaquín disfrutar de un encuentro con amigos y no concibe la idea de vivir o haber vivido en otro lugar. Él ha sido fiel a su pueblo, a su ínsula báquica. La muerte de su madre le marcó sobremanera y es ella la que nomina cuando le pregunto por su héroe en la vida real. Le gusta el color violeta y la rosa blanca, el gorrión y la golondrina y su nombre favorito es Valentín.

     No soporta la mala educación ni la gente que no se sabe comportar, me dice que no se arrepiente de nada y reconoce que puede mentir cuando hiciere falta. 

     Cela, sobre todo en La Colmena, Gabriel_García Márquez o Juan_Marsé, es su respuesta cuando le pregunto por sus autores preferidos en prosa y, en poesía, me nombra a Catulo, Cavafis, Cernuda o Luis_Antonio_de_Villena.

     Beethoven y Mozart, en cuanto a clásicos. Hopper y Caravaggio en pintura. 

     Le enternece la impotencia de la gente mayor y su lema sería vive y deja vivir.


     Le atrae la figura de Antínoo, amigo del emperador romano Adriano y admira, como hecho histórico, la creación de la cultura griega. Se reconoce como de natural alegre, capaz de convertir la pena en alegría y teme a la vejez y la soledad. Le hubiera gustado vivir en la época helénica y se puede pasar las horas muertas leyendo y disfrutando de su casa, en la que nadan y se exhiben, en completa armonía, todos los enseres y recuerdos de sus antepasados. 

     Rememora con agrado las películas Un hombre llamado flor de otoño o Los santos inocentes. Le gusta comer de todo, aunque los arroces ocupan el primer lugar.   

     Ha publicado una veintena de libros: Poemas para los muertos; Las máscaras del desamor; Amor, deseo y desencanto; La soledad de la luna; Poemas de amor ambiguo; Espejo de sombras y Pasión y vida, entre otros. Ha ejercido como colaborador en medios de comunicación y como crítico de arte.

     Sobre su obra poética se han dictado conferencias y son muchos los poetas que la han reseñado: Pablo García Baena; José Hierro: "Es una poesía la de Joaquín, de testimonio interior, una poesía de desengaño"; Luís García Montero: "la poesía de Brotóns, es sensualidad y conciencia, biblioteca y taberna, piel y memoria, deseo y desencanto, máscara para el desamor y soledad para las noches de luna"; Francisco Nieva, Ian Gibson, Nicolás del Hierro: "Joaquín, es un poeta de realidades, pero de realidades dolientes. Y las canta, las hace cimiento de su obra, raíz, para elevar sobre ella el edificio o el árbol de su humana arquitectura". 

     Mi admirado poeta, filólogo y ensayista, Pedro Antonio González Moreno, es uno de los mejores conocedores de la obra de Joaquín y prologuista de alguno de sus poemarios: "Un poeta marcado por el signo del fuego, por el signo del deseo y la pasión, y ungido finalmente por la ceniza fría del desencanto. Fuego y ceniza, amor y desamor, creación y destrucción, polos distintos, pero complementarios, de una misma verdad: la verdad de una vida transformada definitivamente en escritura".

     En 2014, el Ayuntamiento de Valdepeñas, le concede la Medalla de las Letras "Juan Alcaide".



El poeta en un rincón de su casa.

     Le gustaría que, al momento de la muerte, una mano amiga retuviera la suya; echa en falta, a veces, una compañía con la que poder mecerse en el placer de la conversación, rememorar poemas y disfrutar de las fases de la luna. Ama la vida, aunque sabe del final y en su poema Epitafio lo asume:

"Cuando la luna llena cubra con su fino 

manto de fuego

la fría soledad de los cementerios,

arrojad mi cuerpo desnudo al mar.

Es mi última voluntad...

que espíritu, alma,

corazón y esqueleto

reposen, 

duerman junto a las dulces sirenas,

abrazados al joven y bello cuerpo que

tanto amo"


     Joaquín Brotóns Peñasco, ..."soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma"...


     Muchas gracias, poeta. Hasta la próxima.

martes, 29 de septiembre de 2020

Poema sobre la ablación.

 Salindé


El día se levantó con el rostro manchado

de todos los grises posibles.

Pero las niñas del poblado reían

como si un sol ardiente cosquilleara

sus cuerpos libres y morenos.

Les habían prometido una fiesta.

Sus madres les acababan de retocar el peinado ekai,

y rematado las trenzas con bolitas de colores.

Ya se oía la música y las pequeñas

bailaban detrás de las chozas.

Era el día elegido en aquella aldea de Sudán.

Las mujeres preparaban sorgo rojo y fríjoles

y los hombres, sentados en corro,

agasajaban a los que habían venido de otros  lugares,

con cuencos llenos de pescado seco y arroz.

Las niñas del poblado y las recién llegadas

jugaban saltando sobre unos troncos de teca.

Se tocaban el peinado y se intercambiaban abalorios.

Comparaban el dibujo multicolor de sus camisas.

El cielo continuaba, terco, con su manto de niebla.

Un buitre sobrevolaba, en círculos cada vez más ambiciosos,

el perímetro de la aldea.

La mañana caminaba lenta y muda, arrastrándose

sobre las esterillas y las hojas de palmera.

La música se fue disipando entre las callejuelas de mentira

y las niñas detuvieron sus cánticos y sus saltos de alborozo.

Las apartaron del grupo y las llevaron

al barracón del final, aquel donde unos gallos negros

habían sido sacrificados la noche anterior.

En las paredes de adobe de  la choza se adivinaba

la sangre seca de la ofrenda.

Olía a vísceras antiguas y a tierra hambrienta.

Las mujeres las desnudaron, mientras la vieja buankisa

esperaba impaciente, con los brazos cruzados

y repletos de pulseras, el comienzo del ritual.

Las niñas se miraban, intentando tapar,

con el biombo de sus pequeñas manos, su incipiente desconcierto

y la sonrisa se les escapó, como volutas de humo,

por el techo inexistente de la cabaña.

Todo fue rápido. Inexplicable.

Una a una, fueron inmovilizadas,

en aspa las extremidades,

una interrogación sin respuesta en sus ojos agónicos

y un alarido que marcó su destino para siempre.

¡Calla!, ordenaba la buankisa con un dedo acusador.

¡Calla! ¡No llores!

La niña mira, a través de la abertura

que le deja el trapo sucio

con el que su abuela le tapa la cara,

el cielo ajeno y tranquilo.

Le parece mentira que no haya nubes ni ruido de tormentas.

Cierra los ojos para que no duela.

No llores, le grita la mujer,

con ruido de dientes apretados y saliva agria.

Siente un frío rojo entre sus piernas,

un sobresalto de miedo. Un desamparo que no comprende.

Se acuerda de naranjas amargas,

del juguete que le trajo hace mucho un amigo de su padre,

se acuerda de la piel áspera, pero amable,

del árbol que hay junto a su cabaña.

¡Calla!, no puedes llorar. No debes.

Su abuela le retuerce los brazos y la niña

no escucha ya a su madre que,

tras unirle las piernas con un trozo de tela,

se dirige hacia su hermana pequeña.

Sollozan,  ya sin reparo, encogidas,

las tres niñas venidas de otros lugares.

La buankisa continúa con su trabajo ancestral,

en las manos la cuchilla ensangrentada,

los dedos manchados de ignorancia y yodo,

en sus movimientos enérgicos e impíos,

la soberbia de su prestigio. La borrachera del fanatismo.

Los gritos de terror, el sonido estúpido de la barbarie,

los llantos enmudecidos, la rendición,

han dado paso a un silencio plúmbeo y quieto,

como el cielo de aquella mañana.

En aras de la tradición,

las cinco niñas mutiladas se adormecen,

apoyadas entre sí, sujetando el temblor y el llanto,

sin color los abalorios de sus trenzas enhiestas,

sin futuro su futuro, negadas al gozo, al placer y a la risa.

Su infancia ya es olvido.

Ahora  son mujeres. Están purificadas.

Forman parte de la tribu.

No deben llorar.

Silencio.


https://www.facebook.com/watch/?v=351558336195137&extid=IGU4ke7OiYCEsR6A


(Poema incluido en el libro Palabras en silencio, correspondiente al XI Encuentro Oretania de Poetas. La Solana 2019).

 

 

 

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

A la memoria de mi amigo Manuel Herrera.

 



Me decía "mi niña".
     Esta pandemia que nos está amenazando en cada esquina, se ha llevado a muchos amigos. Amigos con los que, en menor a mayor medida, hemos recorrido tramos de nuestra vida. Uno de los primeros, fue un compañero del Camino de Santiago, hombre cercano y sabio. Dos mujeres más, queridas y admiradas; familiares de amigos que duelen de igual manera. Conocidos, vecinos, personas. Pero hoy me han llamado y han pronunciado su nombre: Manuel. Y la mañana se ha desplomado sobre mis hombros.
     Compañero de talleres de escritura hace ya más de veinte años, de universidad, de encuentros poéticos, de confidencias, de cariño. Y siempre, siempre me decía "mi niña". Y me cuidaba, y abría el paraguas para que no me mojara la noche, y me dedicaba tiempo y poemas. Dejó compromisos para él importantes, para no faltar ni un solo viernes a mis encuentros poéticos y pergeñaba redondillas muy trabajadas para contarnos la confusión del momento, para hacernos reír o explicar, con su guasa elegante, problemas cotidianos. Y me decía mi niña. Y era discreción. Y era grande y era, en el buen sentido de la palabra, bueno.         Me regalaba todos los poemas de los viernes. Los conservo como un tesoro. Me hizo éste de la foto, cuando presenté mi primer poemario. Luego vinieron más. Muchos. Y siempre dejando, entre los versos, su bonhomía y su deseo de que todo el mundo fuera feliz. 
     Manuel, no sé si este enemigo cruel nos permitirá otros encuentros poéticos, pero sí sé que nunca, nunca, serán tan gozosos. Te quiero. Desde aquí, envío un abrazo para Conchi, tu compañera de vida, mujer discreta y ejemplar y mañana iré a recitarte un trocito de mi gratitud. A despedirte.
     Y siempre me decía mi niña.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Cuestionario Proust. Juan José Guardia Polaino

Nos citamos en la majestuosa y contundente plaza de Villanueva de los Infantes, un lunes siete de septiembre, víspera de aquel ocho de septiembre en que nuestro admirado Francisco_de_Quevedo fallecía en esta localidad manchega. Sólo nos separan 375 años de aquel viernes.
    Yo, a pesar de este verano covidiano, sigo provocando encuentros con mis amigos-gigantes, con la excusa de hacerles un cuestionario. El Cuestionario_de_Proust.
     Y Juan José Guardia Polaino no podía faltar en la ya larga lista de gente importante que voy pergeñando poco a poco. De ellos aprendo, de ellos me enriquezco y en ellos encuentro el ímpetu y el goce para continuar.


     Y, con la placidez de un lento café y el eco de las poderosas campanadas de la iglesia de San Andrés, comienzo a preguntar a mi amigo, deseando conocerle aún más, abrirme paso a través de sus ojos límpidos y perspicaces. 
     Me dice que es pasional, intuitivo, impetuoso, perfeccionista.
    Que aprecia la bonhomía, la fidelidad y la legalidad en hombres y en mujeres, pero que, la ternura que añaden las mujeres a la vida, le es necesaria. Ama y admira a su compañera, Lourdes, me confiesa que sin ella estaría perdido, que el rodrigón de su dulzura y valentía le son imprescindibles.
     De sus amigos sólo espera que le quieran y se declara en el umbral de la vanidad, por su ansia desmedida de llegar a ser un buen escritor. A ello dedica la mayor parte de su vida. Le gusta la paz, el dolce far niente; vivir en España y en su Campo de Montiel; la majestuosidad del halcón y la música de Albinoni. Le subyuga el caos y el misterio de El_Bosco y la poesía de León Felipe y Vicente Huidobro. En prosa, sus favoritos son García Márquez, Manuel Vicent, Galeano o Dámaso Alonso. Dice que le gusta el color morado y los campos de lavanda en flor.


     Odia la prepotencia y la cerrazón que impide avanzar, se arrepiente de su impetuosidad en algunos momentos, le gusta recrearse con un chuletón de buey y toca dos veces la cancela de la puerta cuando se va o vuelve, para no darle una oportunidad al descuido. 


     Su estado de ánimo es, habitualmente, tranquilo y sosegado y teme a la enfermedad y al dolor, especialmente de los que ama. Como decía el cantante, le gustaría tener un millón de amigos que le acompañen en la aventura del saber, y admira los avances científicos que impliquen mejor calidad de vida al ser humano. No le importaría volver a ver Memorias de África o El paciente inglés, entre otras, y, a pesar de gustarle la verdad de cada esquina, puede mentir si con ello evita dolor al semejante.



Parte de los componentes de la Orden Literaria Francisco de Quevedo.



     La placidez del oso panda le hace inclinar la cabeza y preguntarse sobre el estado de gracia, y escribir le salva del tumulto de lo incierto. Le gusta leer biografías de mujeres, mujeres intrépidas, aventureras, audaces, aunque, a nuestro poeta, todas las mujeres le inspiran valentía y ternura en grado sumo. Esto lo recalca y le honra.
     Juan José Guardia Polaino, nació en Villanueva de los Infantes: "yo tengo abiertos los balcones de mi alma, y dispuestos los candiles para alumbrar tu historia"; es Mayoral de la Cofradía de los Mayorales del Vino de Valdepeñas y coordinador literario del grupo El Trascacho, y desde 2001 es Gran Maestre General de la Orden Literaria Francisco de Quevedo, de la que también tengo el honor de formar parte. Miembro fundador e impulsor de innumerables actividades artísticas-literarias y revistas.
     Autor de varios libros de poesía y prosa poética, como Jazmines para la tragedia; Labios que pugnan por amar, sufriendo; Aquéllos que conspiran, te digo, Walt Whitman e Ido el fauno, libro-joya en el que con una prosa poética singular y trabajada, se hermana con el poeta del Siglo_de_Oro, le tutea, mantiene con él un lenguaje epistolar, le loa. Libro-joya, he dicho, umbrales a los que cuando acudo, los encuentro  nuevos y diferentes. Siempre descubro nuevas vetas de ambrosías y oro de espuelas.
    "Soy hombre de llanura, a veces socarrón, otras, místico; escudriñando el rumbo del aire, saco pecho y hago escudo, y le planto valor a la lluvia..." dixit. 
    Te digo, amigo, poeta, fauno Juan José Guardia Polaino, sé que amanece tu nombre en las colinas.
      Y te doy las gracias por sonreírme siempre.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Cuestionario Proust. Teresa Sánchez Laguna (Tesala)


En la Plaza de San Juan, en Villanueva de los Infantes y con don Francisco de Quevedo escuchando la charla.

Adelanté esto, durante los meses de verano y cuando aún continúa el mundo semi recluido por la pandemia del Covid-19 que nos mantiene en alerta y con los brazos desocupados:

     "Para intentar mantener la cabeza fuera de esta angustia que nos cubre, para evitar la faja que nos impide respirar a plena carcajada, he recurrido a gigantes. En La Mancha los hay, todos los sabemos. He disfrutado de unos momentos mágicos escuchando a tres poetas. Les he hecho mis cuestionarios_Proust. Voy a recordarlos en los próximos días para agradecer su tiempo y sus sonrisas.

      La poesía no ha sufrido. Lo he comprobado. Tres meses en territorio manchego. Vuelvo renovada. Y feliz".

      Y el primer gigante con el que me reuní para procurarnos un oasis de luz en este páramo de precaución y desconfianza que nos asola, fue mi amiga del alma, la poeta y fotógrafa Teresa Sánchez Laguna. Y con ella comienzo, ya de vuelta a mi estudio, esta ronda de charlas con amigos.

     Sé de sobra que es generosa, compasiva y resolutiva y ella me confirma estos rasgos de su carácter.

     Que la cualidad que más aprecia en todo ser humano es la honestidad y la sinceridad y que no espera nada de sus amigos, pero que lo espera todo. Que cree que tiene un carácter, en ocasiones, demasiado fuerte, aunque reconoce que le es necesario para acometer las decisiones de las que nos habló al principio.

    Le gusta a mi amiga disfrutar del instante, del momento poema, del descubrimiento de esa imagen que estaba oculta hasta que ella con la pupila-objetivo la descubre y la glorifica. Le gustaría ser mariposa, ave, libre, poseedora de toda la belleza. Le gusta el blanco.

     Le pregunté en que país le gustaría vivir y no lo dudó, me dijo que en La Mancha y respirando ese olor que la caracteriza, como le seduce el olor del jazmín y las lilas de su jardín, ese rinconcito donde se refugia por las noches para pergeñar los poemas de amor o de gozo que luego recita con esa voz tan clara y particular que todos esperamos.


Nos quitamos la mascarilla un momento y nos tomamos de la mano, para que la foto no encontrara obstáculos.

     Le gusta la alondra, el pájaro del comienzo, símbolo del amanecer, de la libertad, del amor, de Cristo. A Teresa se la puede buscar en el silencio, Búscame en el silencio, fue su primer poemario; admira la prosa y poesía de Natividad Cepeda, excelente persona y poeta de Tomelloso, y de la gran poeta y mujer que fue Sagrario Torres. Cuando recorre la estepa manchega, las carreteras del alma, en su coche, la música de Kitaro no puede faltar. La luz de los cuadros de Joaquín_Sorolla le fascina y "mi madre" fue la respuesta cuando le pido el nombre de una heroína de la vida real. Detesta comer con los dedos y la dejadez física, me asegura que nunca miente y me invita a probar su receta: "floretes de coliflor Tesala".

     Se le olvida a veces cenar sumergida en la letra de algún poema o retocando las fotografías que ha recolectado en su deambular por las tardes incendiadas de su tierra, embriagada por el aroma celoso del jazmín que la acompaña y con la caricia de las estrellas en su eterno sueño de florecer.

     Su estado de ánimo habitual es sereno y positivo, le gustaría morir en paz y pidiendo perdón; agarra con las dos manos la dignidad, su gran tesoro. Me dice que ha amado, que ama, que teme no estar a la altura, que le gusta su nombre y que admira a mujeres que también se han llamado Teresa. 

     Nos despedimos de esa tarde. Hemos tenido muchas. Tendremos muchas más. Teresa Sánchez Laguna, es mi amiga. Vive en Valdepeñas, yo tengo mi Villa Favorita en Villanueva de los Infantes y juntas hemos recorrido y recorremos todos los pueblos bellos de La Mancha, y Teresa va deteniéndose en cada milagro y captándolo con su inseparable cámara fotográfica y me señala atardeceres únicos y me recita, cuando se lo pido, el último poema.

     Le agradezco sus respuestas y su amistad.


Hace años, paseo por El Peral, un paraje natural e idílico, cerca de Valdepeñas, que me descubrió mi amiga. Entonces nos acompañaba Haro.



En el patio de la Casa de los Estudios, en Villanueva de los Infantes. Otro día de otro año.


 Dibujé una puerta violeta en la pared
Para ti, amiga.





Y gracias.



       

jueves, 16 de julio de 2020

Cuestionario Proust. Andrés Fernández Montalbán





Hemos quedado para tomar unas cervezas y para despedirnos. Nos vamos de vacaciones. Vamos a cambiar de aires, renovar las fuerzas y tomar impulso para el próximo curso. Con otras formas de desarrollarlo, con más precauciones, pero con la misma ilusión. 
   Conozco de sobra a mi amigo Andrés Fernández Montalbán, extremeño, técnico del Ayuntamiento, a cargo de la Jefatura de negociado de la Universidad Popular de Leganés, hombre cabal y amable. Hemos hecho casi una decena de caminos de Santiago, excursiones, hemos finalizado proyectos, actos culturales, alegrías y tardes de vino y rosas. Llevamos más de diecisiete años compartiendo amistad y amor al voluntariado. 
      Y hoy, sin haberlo previsto, entre cerveza y cerveza, he sacado del bolso el cuaderno de los cuestionarios que siempre llevo encima, por si me encuentro en el camino a tanta gente interesante como hay en Leganés, y he comenzado a preguntarle:
     Se declara tolerante y paciente, que le gusta andar y leer todo lo relacionado con la ciencia. Aprecia el compromiso social y una buena charla con los amigos. Le gusta vivir en España y el color verde, el desparpajo del colibrí y los poemas de Walt_Whitman, la pintura elegante y tranquila de Zóbel  y el poderoso perfume de las aristocráticas flores del Lilium.
       Siente curiosidad por la Edad Media, y de niño quería ser cantante.  Su abuelo Vicente le inspira y su nombre favorito es Patricia; admira los movimientos de la educación masiva de los olvidados y la capacidad de adaptación al medio. 
     Le gusta especialmente pasear solo por la orilla del mar, leer a Eduardo_Galeano y los fríjoles; una copa de champán maridado con un buen dulce y procurarse un paréntesis de silencio cada mañana para tomarse un café y leer el periódico.
     Escucha a menudo a Bob_Marley y Silvio_Rodríguez; se decantó por Un lugar en el mundo, cuando le pregunté por alguna película que haya visto más de una vez, y dice que, cuando le llegue la hora de partir, le gustaría que fuera durmiendo, sin haber pasado por el terrible trance de la enfermedad y la dependencia. 
    Yo le hubiera preguntado mil cosas más, porque Andrés es buen conversador y disfruta con esos momentos de amistad y palabras que van conformando el conocimiento del otro, pero la curiosidad del cuestionario quedó saciada, y pusimos punto final a este jueves, deseándonos buen verano y que, a la vuelta, el Covid-19, ya sea un mal recuerdo del pasado.

Gracias por todo, amigo. Ojalá.