sábado, 4 de diciembre de 2021

El ruido del silencio.

 “Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo…”

Cuando Ella le entregó aquellos folios manuscritos para que pasara a limpio la historia de su vida, la escritora estaba inmersa en el caos de escribir su novela. Su madre había muerto, había que desalojar la casa familiar, revisar los apuntes pergeñados durante la estancia en el hospital y, sobre todo, asumir la sorpresa del hallazgo de aquellos cuadernos de la bisa, tan golosos y desconcertantes.
Y ese amor de última hora y ese vacío que no conseguía expurgar.
Y ese silencio que no podía dejar de escuchar.
Y esa búsqueda.




miércoles, 24 de noviembre de 2021

El ruido del silencio.

 

     —Hoy vienes sin sombrero— aventura. Y acierta.

     —Pero ¿Cómo puede saberlo, doña Pura? — y me acerco a darle un beso.

     —Porque te veo.

     Pura es ciega. A los veinte años, recién casada y por una infección rara, perdió por completo la visión. Siempre la encuentro sentada en su sillón de mimbre, al fondo de la panadería, escuchando su audiolibro o charlando con las clientas. Y siempre con un rosario enredado entre los dedos. Se reparte la mujer entre los cuatro hijos que tiene, tres meses con Silvia, tres, con su hijo Mario en Córdoba y, el resto del año, con sus otras dos hijas que viven en un pueblo de León.

     Según me dijo un día Silvia, su madre sabe si llevo sombrero o no, por la fuerza del saludo cuando entro en el local. Si doy los buenos días con un acento más cantarín y seguro, es que llevo sombrero, si no lo llevo, mi saludo pierde energía. A veces intento forzar más o menos el énfasis de mi voz, para confundirla, pero no ha fallado nunca doña Pura. Y yo sigo intentándolo.

     Silvia me hace la señal de silencio, llevándose un dedo a los labios. Se anticipa a la pregunta que ve en mis ojos. Algo le pasa.

     —Qué pan quieres hoy?

     —El que me des, no creo que me quede ninguno por probar. Lo dejo en tus manos.

     Y me tiende una hogaza de sarraceno.

     Cuando ya me iba, después de despedirme de la anciana y sin saber qué hacer con las miradas raras de mi panadera, Silvia le dice a su madre que sale conmigo para dejar unas cajas de cartón en el contenedor.

     Y allí me lo contó. Que Javier se había ido, que hace una semana le dijo, después de cenar y de servirse una copa de armagnac, que no podía más, que no conseguía superar el tema del cáncer, que tenía mucho reparo ante esa enfermedad, que se bloqueaba, que, a pesar de sentirlo mucho por ella, de seguir queriéndola y desearle lo mejor, no podía acompañarla en ese recorrido, que no había terceras personas, que lo perdonara, que no quería perjudicarla y que se mudaba a casa de su madre, hasta que encontrara un piso de alquiler.

      Se apoya mi amiga con una mano en la boca del contenedor de papel, por la que asoman cartones, un par de cajas de zapatos y un montón de revistas atrasadas. Respira hondo varias veces, con la mano derecha abarcando su garganta, como protegiéndola, como abortando un grito retenido, y me mira, con unos ojos que no miran, esperando una explicación lógica a su desconcierto. Luego se queda con la cabeza baja, mirándose los zapatos, moviéndolos con precisión, hasta colocarlos uno al lado del otro, como si le hiciera falta ese detalle de simetría para comenzar a comprender.

      Silvia tuvo un cáncer de mama. Está controlado, lo está superando, no ha perdido nunca su buen humor, es optimista, positiva y está absolutamente enamorada y orgullosa de su marido. Precisamente fue por este doloroso trance, por el que comenzó nuestra amistad, yo le hablé en su día, cuando la oí comentarlo, y para animarla, que yo también había pasado por ese túnel oscuro de la enfermedad, pero que, cualquier mañana, de repente, ves la luz de la salida y todo queda en un recuerdo, cada vez más vago y difuso.

     —Una muesca como otra cualquiera que añadir en la culata del revólver—, le dije, impostando la voz, como si fuera un pistolero del lejano oeste, para hacerla reír.

      Pero ahora no sabía que decirle. Pensé en mi sospecha de que algo pasaba la otra mañana, en su sonrisa frágil cuando entré en la panadería, pensé que no se lo merecía y más en estos momentos, y pensé que no me había pillado de sorpresa, que ya me lo esperaba. Había visto en contadas ocasiones a su marido. Guapete, correcto, culto, seguro de sí mismo, de sonrisa volteriana. Condescendiente, creído. En fin.

      Incluso pensé alguna vez, viéndole cómo se desenvolvía por la panadería, cómo hablaba con las clientas, en sus comentarios de doble descarga que tanta gracia le hacían a él mismo, que era de ese tipo de hombres que ya habría tenido alguna aventura por ahí. O varias. Un coleccionista. Se le veía el plumero.

      Luego me sentía mal por pensarlo, pero mira.

      Me voy, dijo, cuando vio entrar a un par de mujeres en el local, mi madre se va a preocupar, añadió, secándose los ojos de unas lágrimas que no llegaron a brotar.

      Sólo pude abrazarla.



 

 

Reseña para el poemario Los pecios del naufragio.

 

Leer esta estupenda y elegante reseña de mi querida amiga Mascab, hace feriado este lunes. Me provoca una urgencia de abrazo.

Muchas gracias, compañera.

https://nechester-leoycomento.blogspot.com/2021/11/los-pecios-del-naufragio.html




miércoles, 7 de julio de 2021

Abuela de verano. Cuando la felicidad se duplica.

     Julio hermoso, de este año hermoso.


Eneko y Martina

     Mi nieta Martina se quiere unir a la algarabía y el misterio de nuestra Villa Favorita, y llega una mañana con su pequeña maleta y su oso Viernes. Con su sonrisa y sus abrazos calentitos.

     La felicidad se duplica. Los cuentos, antes del anochecer, tienen ahora un público más cómplice. El eco de los aplausos se oye durante más tiempo. Hasta que la luna derrama su capa blanca y suave sobre sus cuerpecitos dormidos.

     La casa bulle con sus risas. Los cojines bordados ruedan ahora, libres, por el suelo y por los escalones que suben a la buhardilla. Los cuentos, se abren por todos lados. Los colores de las acuarelas y las ceras  decoran rincones que desconocía.

     Recuerdo ahora un mes de diciembre, cuando escribí una entrada en esta casa, anunciando mi alegría:

http://pardocastroeloisa.blogspot.com/2017/12/las-aventuras-de-martina-y-eneko.html-

     Desayunamos sentados en el suelo, debajo de la parra, inventando alguna historia, luego iremos a la calle a descubrir aventuras; yo, con mi sombrero de buscar poemas de nietos y abuelas locas; ellos, con sus mochilas repletas de inocencia y sueños.




      Me piden, para comer, albóndigas amarillas y un helado gigante de nubes. 
     Después, durante la hora mágica de la siesta, en un silencio deseado, escribiré este comentario. 

viernes, 2 de julio de 2021

Abuela de verano. Mi hombre rubio.

 

Una amable reseña de un amigo poeta.

 


Querida amiga Eloísa:

      Despacio y con buena letra, he ido leyendo tus libros, que me han recordado en algún momento aquel drama que ya tratabas en el "membrillero" que te publicó la BAM. La destrucción o el amor, ya lo proclamó Aleixandre: lo erótico y lo tanático entrelazados como dos buenos amantes. "Besos de nitroglicerina en el corazón" me ha conmovido por esa dolorosa experiencia que narras en él. 
     El recurso del diario estructura, su profunda naturaleza confesional, marca su espontaneidad expresiva, y eso hace que la contundencia de la primera persona sea mayor, porque hace más visibles las cicatrices de la herida. Habla de frío y de dolor, de sed y de lágrimas, de estar muriéndose por dentro, y esa naturalidad y sencillez con que abordas el escabroso asunto del cáncer resulta muy turbador, pero al final se tiene la sensación como de regresar, renovado, de algún infierno interior...




     Otro tanto podría decirte de "Piel", que veo escrito con el mismo aliento y bajo las mismas circunstancias, pero con frescura y sin caer en el patetismo, que dado su tema podría ser un riesgo. Tratar un tema tan serio sin caer en ningún énfasis melodramático ya me parece todo un acierto. Los últimos poemas dedicados a la muerte de tu madre son un nuevo ejemplo de ello, pues transmiten la emoción de una manera natural y directa. Algunas veces golpea la evidencia del dolor y del miedo, la dura travesía por "desiertos y naufragios", golpean las cicatrices que ha dejado la herida, esa necesidad de huir o de "salirse de la obra...", pero en general los poemas adquieren un tono amable y hasta vitalista, y algunos poseen ciertos toques de sensualidad y hasta de rotunda carnalidad, se trata de ese tipo de poemas que sólo una mujer puede escribir desnuda delante de un espejo... Me resulta sugerente también ese jugueteo metapoético, y hasta erótico a veces, con las palabras, esa forma de coquetear tan femeninamente con el poema como si de un amante se tratara... Pero subrayo, por ejemplo, uno que tiene aires de cuento (páginas 78-79), o ese poema en el que asocias tu vida a la máquina de escribir de tus quince años. Yo también escribí muchos poemas, a esa edad, con las teclas "rencorosas" de una Lettera 32 que todavía conservo. Por eso me emociona ese poema y me identifico con él.



      En "Los pecios del naufragio" me ha parecido ver que ya das por superada la crisis. Todavía, a veces, se te ve asomada "al borde del precipicio" y se te ve escupiendo angustia y masticando desolación y soledades, con la espalda vencida de mirarte las derrotas, según dices tú misma, pero creo que de ese anterior naufragio has decidido quedarte con los pecios. El título lo proclama. Las zapatillas "de huir" suenan como a recuerdo del pasado, y ya resultan "borrosos los deseos suicidas...", se impone un espíritu distinto, un deseo de levantarse "con ganas de volar", y la alegría de esa niña con coletas resulta muy contagiosa. En versión prosificada, o en versión haiku, o en versión poemática convencional, veo que tu voz ha ido madurando al mismo ritmo en que tus heridas vitales se han convertido en cicatrices.

 
      A tus sesenta y cinco años ¿o eran 33?, con tus tres hijos y casi todos tus sueños cumplidos, espero que muy pronto consigas plantar ese árbol que te falta. 
     Un fuerte abrazo

Pedro A.

(Pedro Antonio González Moreno, poeta de Calzada de Calatrava)
Agradecida por sus palabras.

martes, 1 de junio de 2021

Mi amigo, el fotógrafo Pepe J. Galanes, en su proyecto Poetas con luz ambiente.

 

Poetas con Luz Ambiente, Eloísa Pardo Castro

“Sólo tengo claro que tener en la mano la pluma y, en la mesa del estudio, una hoja en blanco, son el rodrigón que necesito para continuar. Para creerme. Para ser. Y ahí vamos”.

Con Eloísa es muy fácil empatizar desde el principio; me cuenta que su abuelo le influyó mucho en el ejercicio de la lectura. Tal fue así, que sus primeros amores fueron “Alejandro Dumas y el Capitán Trueno”.

     Establece unos símiles curiosos entre poesía y prosa. La prosa la compara con el perro, que así que lo llamas lo tienes al lado, te obedece y acompaña. Por el contrario la poesía es el gato…, te obedece cuando quiere, te ignora sin compromiso alguno y nunca puedes hacerte dueño de él.

     Preguntada por su luz; es la luz del Siglo de Oro, que tan bien está reflejada en “su  Villa Favorita”, Villanueva de los Infantes.

     Localizaciones, innumerables, cada rincón es perfecto. Nos decantamos por La Alhóndiga. Su iluminación grande y cálida, en la que se podía oír hablar a las piedras, a las columnas y ver a cada uno de los presos que grabaron sus nombres en ellas. También estuvimos en La Casa de los Estudios, escuchando las enseñanzas de Bartolomé Jiménez Patón, en la que se podía elegir distintos tipos de calidad de luz. Y por último, después de alternar un buen rato entre charla y sesión; recordé de una anterior visita a Infantes, las cerchas del antiguo mercado municipal, actualmente Museo-de-Arte-Contemporáneo, en dónde podía intentar una composición triangular, pensando en la sensación de fortaleza y dinamismo que me transmitía Eloísa. Por otro lado, no dejaba de ser una iluminación de “su Villa Favorita”.

Eloisa Pardo Castro ©Pepe J Galanes

Eloisa Pardo Castro

A veces un viento / altera las cortinas,/ y, durante un instante, vislumbro / otros horizontes.

     El titular de una entrevista que me hicieron hace tiempo decía que la poesía me había salvado la vida. Fue mi respuesta, claro está, a alguna pregunta directa que me hicieron. Al leerla allí, presidiendo y simplificando mi pensamiento, quizá me pareciera algo contundente, pero más tarde, paladeando mi reacción, no me pareció tan descabellada. Porque lo cierto es que cuando me encuentro en cualquier encrucijada de mi vida, sumergida en algún caos, desorientada y perdida, acudo al poema, a la escritura, me aferro a la pluma como a un tablón en alta mar, me refugio en la corporeidad de las palabras en la paramera del cuaderno, y allí, vomitando mis ansias y sosiegos, encuentro de nuevo la dirección cuasi exacta por la que dirigirme.

     Con las palabras rendí homenaje a una amiga que se fue, en el poemario Pronto será oro el membrillero y con él cerré con paz el perpetuo duelo que arrastraba. Con el auxilio de las palabras me salvé (de ahí el titular), con los poemas diarios y decembrinos de Besos de nitroglicerina en el corazón; en los versos de Piel, me desnudé por completo y pude, en un final inesperado, ofrecerle a mi madre el último adiós y, con Los pecios del naufragio, he querido pasar página al día de ayer, al tumulto de los recuerdos, aunque puede ser que, a pesar de todo, haya dejado doblada la esquina. Todavía.

     De cuando me escondo en el rincón oculto. / De cuando me ovillo. / De cuando el olor a tinta me lleva a donde quiere. / Del bruxismo del papel en blanco.

     Con el alboroto de las palabras, pergeñé las historias de tantas mujeres que conocí y me hablaron, en Galería de trampantojos y, con retazos de amor y nostalgias, escribí Haro y yoin memoriam a un perro que me acompañó durante doce inolvidables años.

     Ahora estoy inmersa en una novela: El ruido del silencio, en donde intento encontrar la medida de las cosas que aun no comprendo. Y, algunos días feriados, me refresco el alma jugando con poemas para niños. Atravieso la noche escuchando boleros, es el poemario en el que, por las mañanas, intento encontrar respuestas a un recorrido tan balbuciente, en el que trabajo en estos momentos.

     Sólo tengo claro que tener en la mano la pluma y, en la mesa del estudio, una hoja en blanco, son el rodrigón que necesito para continuar. Para creerme. Para ser. Y ahí vamos.

     Como decía la gran Francisca_Aguirre: ¡Qué oficio tan humilde y ambicioso, qué meta inalcanzable, qué hermoso oficio, para dejarse en él la vida entera”!

      Muchas gracias, querido amigo,  https://pepejgalanes.com/

sábado, 27 de marzo de 2021

Charla entre amigos en la estupenda biblioteca Central de Leganés Norte.

 Resumen de un martes feriado.

      Cartel realizado por mi amiga y escritora Asunción Caballero, Mascab. Y video pergeñado por mi amigo y pintor Carlos Garya.
    Gracias a todos los amigos que asistieron. El salón de la estupenda Biblioteca Central de Leganés Norte se llenó, teniendo en cuenta el aforo permitido con motivo de la pandemia de covid.
     Y agradecida a Ana Isabel, responsable de dicha biblioteca que me hizo una cariñosa y perfecta presentación.



     Es por todo ello que siempre digo que "si he llegado a ver más lejos es porque me subí a hombros de gigantes".


Gracias a todos.

miércoles, 24 de febrero de 2021

Cuestionario Proust. Luis María Compés

 

Algún día seré polvo
que no marcará más huellas en el barro de la vida.
Sólo recuerdo para pocos,
una imagen que el tiempo hará borrosa.

     Llegué con antelación al gran salón de la nueva sede de Notting Hill, en Alcalá de Henares; era uno de los viernes poéticos que allí se celebran. Este viernes febrerino era yo la invitada para presentar mi obra, arropada, además, por todos los poetas que allí nos reunimos para regalarnos versos y amistad, y aproveché el momento para hacerle a Luis el cuestionario Proust que tenía pendiente desde hacía tiempo.
     Luis María Compés Rebato, madrileño, alcalaíno, escritor, librero, conferenciante, articulista, fundador y presidente de la Asociación de Escritores de Madrid
     Un hombre que cree que ha hecho todo lo que quería hacer, que le gusta ser él mismo, que se define como vitalista y constante y que ofrece y espera lealtad.
     Considera que su principal defecto es la ansiedad, que su ocupación favorita en la actualidad es organizar actos para sus amigos, esos encuentros de los que hablo al comienzo, esas celebraciones hermosas que tienen lugar en ese espacio que ha pergeñado con tanto cariño, amplio y acogedor, donde nos refugiamos todos los soñadores.
     Luis me confiesa que su ideal de felicidad es el amor compartido, que le gusta especialmente el color azul y el jazmín, la importante sencillez del jilguero y que le tienta poder vivir en El país de nunca jamás.


Respondiendo a mis preguntas y con el fondo del Notting Hill Cultural

     Cuando le pregunto por sus autores preferidos en prosa me dice los nombres de Torcuato Luca de Tena, Gironella o Julio Verne. En poesía, se decanta por García Lorca, Bécquer o Charles_Bukowski. Como compositor, Chopin y como pintor favorito, me señala a Vasili_Kandinski.

     Como héroes de ficción, Luis responde que Tintín y Mafalda.

     Y al preguntarle por sus héroes en la vida real, no lo duda, señala a su padre y a todas las madres del mundo.

     Su nombre favorito es Estefanía. No soporta la pereza del ser humano y detesta la mentira. Le gustaría morir plácidamente, sin ruido.

Fue lluvia sobre tristeza de pañuelo negro,

un cirio incansable,

que se quema para volar mañanas.

Luis presentándome en el viernes poético.

     El descubrimiento de la penicilina es un hecho histórico que admira y le gustaría poseer el don de ser como una planta que crece y se desarrolla con el sol. Su estado de ánimo más típico es apresurado, vehemente, visceral y su lema preferido es "vive y deja vivir".

¿Por qué las rosas no huelen a lluvia

en el anochecer del campo?

¿Qué hechizo mágico nubla la vista

de la hermosura de un beso?

¿Quién pone cadenas al vuelo de la imaginación

en la vista del mar bravo?

      Le da miedo la soledad y sabe que su mayor lujo es su fuerza de voluntad y tener cerca a la gente que quiere.

     Quizá se arrepiente de haber perdido el tiempo con personas que no merecían la pena, pero reconoce que todas las experiencias del recorrido de la vida llevan su enseñanza.

     Le gusta la fabada y madrugar.

     Siente curiosidad por cómo hubiera sido vivir en el Siglo de Oro y la última novela que ha leído es Rayuela de Cortázar. Como película, Casablanca y su canción preferida Mediterráneo. No le importaría reencarnarse en un perro y disfrutar de los cuidados y mimos que les proporcionamos los amantes de los peluditos, y me dice que sólo miente cuando la verdad haría daño.

Dile al ángel que vuelva de nuevo,

que regale el aroma de su presencia,

prendidas flores en nubes blancas con la que adornan los sueños*.

     Muchas gracias, amigo, por tu gentileza, continuaremos caminando y ya sabes, alguna noche, puedes volar hasta lo más alto del cielo y girar en la segunda estrella a la derecha, allá, adonde quieras, al añorado País de nunca jamás. Hasta el amanecer.

 https://www.youtube.com/watch?v=Cx5ENAFTLZg

Hace un año, en la Casa de Córdoba en Madrid, con motivo de un encuentro de poetas. 


*Nota. Los poemas en cursiva pertenecen al poemario Frágil en la coraza, de Luis María Compés. Tiene publicadas varias novelas, ensayos, libros de literatura infantil y 99942 Apophis Hecatombe Sidérea, su última novela.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Cuestionario Proust


Si la vida te trata mal

y pierdes fuerza y moral,

no te acobardes.

Siempre tendrás
una mano que estrechar...

Si alguna lágrima
entristece tu sonrisa
y tus ojos,
si te falta paz...

Cruza el puente
sobre aguas turbulentas
y la encontrarás...

     Puente sobre aguas turbulentas, ésta es la canción que Pilar Jimeno eligió cuando le pregunté por sus preferencias. Como película se decantó por Los puentes de Madison. Me fijé luego en la duplicidad de la palabra "puente", como los que tiende ella a todo el que lo necesita en algún momento.

     Me acerqué una mañana a la Biblioteca Rigoberta Menchú, con mi cuaderno azul de los cuestionarios y mi pluma colmada de tinta verde. Fue tan amable de hacer un pequeño paréntesis en su trabajo, que en estas fechas es mucho, para responder a mis preguntas.

     Me dijo que el principal rasgo de su carácter es que se considera algo tozuda y cuadriculada cuando desea algo o está convencida de las razones de su argumento, y que va hasta el final. Aprecia mucho la sinceridad, la claridad, la ausencia de dobleces en cualquier ser humano y a sus amigos les pide eso y que ofrezcan un hombro, un punto de apoyo donde solucionar las cuitas del alma. Ella lo hace, y que también se precia de ser objetiva y realista.

     Leer es su ocupación favorita y me dice que ahora se ha habituado a ver series de televisión y que ha descubierto un mundo literario-visual que no esperaba. Y que todo esto, además de disfrutar de una tarde de  cine en solitario, sería su ideal de felicidad.

     Le hubiera gustado ser científica, vivir temporadas en Alemania, ser actriz. Me dice que el jilguero es su pájaro preferido, que le gustan los colores amarillo y verde, la majestuosidad de las rosas rojas y el recato de las margaritas.

     Le pregunté por sus autores favoritos en narrativa y se descubrió admiradora de la prosa de Jane Austen, Ignacio Martínez de Pisón, Domingo Villar o Lorenzo_Silva, entre otros. En poesía, Machado, García Lorca y Miguel Hernández siguen siendo sus preferidos.

     El hecho histórico que más valora es el movimiento reivindicativo de las sufragistas, le gusta Mozart y no se cansa de escuchar todas las óperas de Verdi. Goya y Antonio López son los pintores que elije cuando le pregunto por sus gustos en pintura.

     No duda cuando le pido una heroína de ficción: Elizabeth Bennet, el personaje de la novela Orgullo y prejuicio, de la ya citada Jane Austen, y tampoco duda cuando le solicito un héroe en la vida real: su hermano Juan y su valentía.

     Su nombre favorito es Diana.

     No soporta a las personas densas y le duele la falta de espíritu crítico y la estupidez. Pero disculpa la inocencia sin maldad de los menos afortunados. Su estado más habitual es el de la mesura y el equilibrio. Su lema sería el de "vive y deja vivir".

     Le gusta el cocido, concretamente el que hacía su madre y se arrepiente de no haber dicho a sus padres lo mucho que los quería. Y me reconoce que no le hubiera importado vivir en lo años 60, aunque está a gusto viviendo en la época actual. Sus últimas novelas leídas han sido Honrarás a tu padre y a tu madre, de Cristina_Fallarás y Algo parecido al amor, de Carmen_Amoraga.

     Tiene una ligera obsesión por el orden en los objetos, por la simetría; sólo miente para evitar algún tipo de sufrimiento y si se tuviera que reencarnar, lo haría en un perro faldero, sabedora como es de la vida confortable que le proporcionamos los que adoramos a nuestros  peluditos. La felicidad que procuran. Teme demasiado, y con errónea antelación, por las posibles desgracias a los seres queridos y le gustaría morir sin sufrimiento y sin ruido.

     Pilar Jimeno, diplomada en Historia contemporánea, es responsable de la Biblioteca Rigoberta Menchú, de Leganés, es amiga mía y una enamorada de las palabras, dirige también un club de lectura y ha impulsado, durante este periodo detenido de la pandemia, y junto con otros responsables de bibliotecas de la ciudad, varios certámenes de relatos que han tenido una gran acogida.

     Nos hacemos unas fotos para dejar constancia de este breve pero intenso encuentro, de este conocernos mejor con las preguntas del cuestionario y la dejo en su despacho para que continúe con su trabajo. Yo me voy caminando despacio por el bulevar, con el cuaderno azul bajo el brazo y la pluma un poco más vacía tras haber dejado, con su tinta verde, las golosas confidencias de mi amiga en mi cuaderno y en mi corazón.


     Hace sol y un leve airecillo en el barrio en este viernes febrerino. Vamos emergiendo del caos. La primavera llega.

     Gracias, Pilar.

https://www.youtube.com/watch?v=Cf_vl31nrxw





miércoles, 20 de enero de 2021

La sin sombrero

 


     Hoy me he quitado el sombrero. Me he pintado los ojos y me he colocado unos pendientes que bailen sobre los hombros. Y un pañuelo que me arrope la garganta, para impedir la queja.

     Voy a escribir todo el día. Estoy con Cerrado por amor. La historia de Manuela. Una historia hermosa que se volverá verdadera a medida que la cuente. 

    Luego saldré con Chewie a abrazar el último árbol de la avenida. A respirar las ansias, a sosegar las nostalgias.

      Pura vida.

viernes, 15 de enero de 2021

Cerrado por amor

 "Me llamo Manuela, tengo cincuenta y cinco años, estoy separada y no tengo hijos.

Trabajo desde hace once años en esta portería de la calle Jorge Juan, de Madrid. Desde que me dejó mi marido.
Fue justo el día de mi cumpleaños, el 20 de abril. Soy Aries. Pero no miro jamás la página del horóscopo.
Vivo con mi gato Barrigas y mi tortuga Frida. Leo de forma compulsiva y escribo la vida.
Por eso y porque me aprecia, Fede, mi librero, me ha regalado esta mañana, cuando me ha visto regando la acera, un cuaderno precioso, bien gordito, de páginas en blanco, sin líneas ni cuadrículas, como a mí me gusta. Tiene las tapas de color malva y dos cintas separadoras, una de color rosa fuerte y otra azul turquesa.
–Para que escribas poemas– me dice y me alarga también un bolígrafo de tinta verde.
Sabe que, siempre que puedo, escribo con ese color.
Como Neruda".



(Después de dejar pasar un par de días de reposo, para despojarme de las historias y de los personajes de mi novela El ruido del silencio, ya terminada y esperando padrino, comienzo con otra: Cerrado por amor, y será Manuela con la que camine los próximos meses. A ver si congeniamos).

domingo, 3 de enero de 2021

Notas de un amigo tras leer mi poemario. ¿Estaré confundida?



Estimada Eloísa, he leído tu poemario que lleva por título Los pecios del naufragio, lo he leído con todo el respeto y afecto que te mereces. El poemario está muy bien escrito, impecable. Tiene momentos de gran belleza expresiva; bellos, aunque tristes, tremendamente tristes. ¿Por qué la belleza tiene que ser triste? Personalmente pienso que eso no es así, que no debería ser así. La belleza debería ir cogida de la mano de la alegría. Pero, a veces, la tragedia se nos impone.

     No sé hasta que punto el yo poético de tus poemas se identifica con el yo del autor de los mismos, es decir, tú, Eloísa. No termino de creérmelo. No puedo creerme que tú, Eloísa, seas los pecios de un naufragio. A lo mejor son los versos, cada uno de estos versos, uno y otro de estos poemas, y no la Eloísa que yo conozco tal como se muestra ante el mundo, ante los demás. Algo así como una pandemia sin vacuna, sin una luz al final de túnel.

“Esta forma de no detenerme,

esta manera de vagabundeo,

esta realidad

de niebla,

esta noche que no amanece”.

     Los sentimientos tienen su origen en las emociones que nos provocan las experiencias de la vida. Por otras cosas que he leído tuyas, tu vida no es tan desoladora sino más bien todo lo contrario. Tu vida, me atrevo a pensar, es una vida buena, con gente a tu alrededor que te quiere y te han querido. ¿Por qué no dejas que los sentimientos que han ido dejando su poso en ti salgan a la superficie, se expresen en esos estupendos poemas que eres capaz de escribir?

     En realidad, no debes hacerme mucho caso, puedes escribir lo que quieras y expresar lo que te venga en gana. A mí me gustaría que escribieras lo mismo, pero poniéndole buena cara a la vida, la sinceridad no solo sirve para decir lo que duele, también todo aquello que nos hace feliz y nos da alegría, aunque siempre, esto último, sea tan efímero.

     Y es que en estos poemas giras una y otra vez sobre ti misma, es decir, sobre el yo poético de los mismos. Dan la sensación de estar encerrado en su propia jaula. Una jaula que por cierto no tiene ni puertas ni rejas.

     Gracias Eloísa por tus poemas, sigue escribiendo.

     Modesto.

(Querido amigo, muchas gracias por tus palabras. Como digo en el pequeño prólogo, mi siguiente poemario, si es que los dioses tienen a bien regalarme los primeros versos, clamarán al cielo por otros horizontes, ya los últimos, los más jugosos y certeros. También los más inseguros. Dibujarán una vida diferente, la que me ha provocado la escritura, las palabras y su música incesante, la pasión por el descubrimiento y por el olor de la tinta).