"A sotavento, vira a sotavento..."
Hoy he recorrido mi cuerpo despacio,
he rastrillado, con dedos asombrados,
mi dos piernas,
abiertas ligeramente,
levemente separadas.
Las uñas de los pies,
pintadas,
semejaban diez petalitos de geranio
granate.
Los muslos, indiferentes,
desdeñosos.
A veces olvido mirarme
el pubis,
lo olvido a propósito,
eludiendo disimuladamente
su rencor.
Con las manos amansadas,
evitando la cintura,
asciendo a los pechos,
niños mimados,
mascarón herido que, altivo,
surca el mar,
ignorando el oleaje,
los malos vientos,
sin tierra ni puerto a la vista.
El cuello se doblega
manso,
todavía predispuesto
a las caricias.
Las manos, interrogantes,
cobardes,
se han varado rumbo al rostro,
a los labios,
a los ojos túrbidos,
al cabello desolado.
Y contemplo, en el espejo,
los pecios del naufragio.
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