Como cada quince días más o menos, este blog, vuestra casa, se llena de música.
Hoy, después del paseo matinal con Haro, mis zapatillas de huir y mis ansias, he dedicado el resto de la mañana a colocar armarios.
Y he encontrado un vestido, escondido al fondo, tímido y olvidado. Antiguo. Las flores del estampado algo desvaídas y los botones de la espalda pulcramente encerrados en sí mismos, como recordando.
Delante del espejo, con el vestido en la mano, he comenzado a tararear una canción. Por ella me compré ese vestido, allá por unos años lejanos y amables.
Era Jeanette, una joven cantante, a la que me quería parecer.
La conocí primero al frente de un grupo, Pic - nic, luego su vida dio un giro y se adentró en solitario en la música.
Yo soy rebelde...
Yo no recuerdo si yo entonces era rebelde, si la extensión de la palabra me venia grande. O no.
Me compré el vestido y jugué a serlo.
A ratos lo conseguía; volvía a mi cuarto, por las noches, con las manos llenas de hojas y la boca áspera de nubes y deseos; deambulaba, a veces, por el borde, pero quizá el camino que tomé una tarde acabó con un montículo de realidades y premuras que me dio pereza remontar, me faltó la curiosidad del otro lado.
Me faltó el disfrute de la espera.
Yo, que sigo buscando el sosiego del ansia como un zahorí sin esperanza.
Fueron cayendo, raudas y veloces, las hojas de todos los calendarios, sin darme tiempo a recoger las preguntas.
Yo soy rebelde...
Han pasado muchos años y la nostalgia de los deseos que no tuve se me ovillan detrás de la nuca, golpeando con nudillos de hierro y mármol frío.
Hostigándome sin descanso.
Ansias.
Ansias y sosiegos.
Así voy caminando.
Soy rebelde.
Fueron cayendo, raudas y veloces, las hojas de todos los calendarios, sin darme tiempo a recoger las preguntas.
Yo soy rebelde...
Han pasado muchos años y la nostalgia de los deseos que no tuve se me ovillan detrás de la nuca, golpeando con nudillos de hierro y mármol frío.
Hostigándome sin descanso.
Ansias.
Ansias y sosiegos.
Así voy caminando.
Soy rebelde.