jueves, 16 de julio de 2020

Cuestionario Proust. Andrés Fernández Montalbán





Hemos quedado para tomar unas cervezas y para despedirnos. Nos vamos de vacaciones. Vamos a cambiar de aires, renovar las fuerzas y tomar impulso para el próximo curso. Con otras formas de desarrollarlo, con más precauciones, pero con la misma ilusión. 
   Conozco de sobra a mi amigo Andrés Fernández Montalbán, extremeño, técnico del Ayuntamiento, a cargo de la Jefatura de negociado de la Universidad Popular de Leganés, hombre cabal y amable. Hemos hecho casi una decena de caminos de Santiago, excursiones, hemos finalizado proyectos, actos culturales, alegrías y tardes de vino y rosas. Llevamos más de diecisiete años compartiendo amistad y amor al voluntariado. 
      Y hoy, sin haberlo previsto, entre cerveza y cerveza, he sacado del bolso el cuaderno de los cuestionarios que siempre llevo encima, por si me encuentro en el camino a tanta gente interesante como hay en Leganés, y he comenzado a preguntarle:
     Se declara tolerante y paciente, que le gusta andar y leer todo lo relacionado con la ciencia. Aprecia el compromiso social y una buena charla con los amigos. Le gusta vivir en España y el color verde, el desparpajo del colibrí y los poemas de Walt_Whitman, la pintura elegante y tranquila de Zóbel  y el poderoso perfume de las aristocráticas flores del Lilium.
       Siente curiosidad por la Edad Media, y de niño quería ser cantante.  Su abuelo Vicente le inspira y su nombre favorito es Patricia; admira los movimientos de la educación masiva de los olvidados y la capacidad de adaptación al medio. 
     Le gusta especialmente pasear solo por la orilla del mar, leer a Eduardo_Galeano y los fríjoles; una copa de champán maridado con un buen dulce y procurarse un paréntesis de silencio cada mañana para tomarse un café y leer el periódico.
     Escucha a menudo a Bob_Marley y Silvio_Rodríguez; se decantó por Un lugar en el mundo, cuando le pregunté por alguna película que haya visto más de una vez, y dice que, cuando le llegue la hora de partir, le gustaría que fuera durmiendo, sin haber pasado por el terrible trance de la enfermedad y la dependencia. 
    Yo le hubiera preguntado mil cosas más, porque Andrés es buen conversador y disfruta con esos momentos de amistad y palabras que van conformando el conocimiento del otro, pero la curiosidad del cuestionario quedó saciada, y pusimos punto final a este jueves, deseándonos buen verano y que, a la vuelta, el Covid-19, ya sea un mal recuerdo del pasado.

Gracias por todo, amigo. Ojalá.












domingo, 5 de julio de 2020

El ruido del silencio





La escritora no está en su mejor momento. Su madre ha muerto. Ha sido abuela por partida doble. Está angustiada. No puede escribir. Intenta corregir su último poemario que está casi acabado. Tiene cuadernos llenos de notas escritas durante la enfermedad de su madre, las estancias en el hospital y los instantes de dulzura que le inspiran sus nietos. Sobre sus pasos por el borde del precipicio.
Ella, una alumna de sus clases, le entrega unos folios sobre su vida.  Quiere una opinión. La escritora lo acepta para ver si sale de su obstinada pasividad. Para hacer algo.
Llama a su madre por teléfono y le deja mensajes que no podrá escuchar.
Se demora en la venta de la casa familiar.
Cuando llega el tiempo de recluirse, sabe que es allí donde tiene que esconderse, para cuidar de la planta, que comienza a florecer, para despedirse definitivamente y para comenzar a escribir la novela sobre las historias encontradas en los diarios de su bisabuela.
Y para esperar, ya tranquila, el amor de J.

sábado, 4 de julio de 2020

Cuestionario Proust




Comienzo julio. Calor y buenos propósitos. 
   Después del paréntesis obligado por el Covid-19, hay que continuar con la vida y rematar lo que se empezó. Mis cuestionarios Proust quedaron en el cuaderno, pendientes de realizar a muchas personas hermosas con las que quería conversar y mirarnos a los ojos, con una copa de vino en una mano y, en la otra, un bolígrafo verde con el que anotar sus ansias y sosiegos, sus deseos de ser. 
   El primer encuentro de esta nueva etapa ha sido con mi amiga Ana Victoria Picazo Guzmán. De Leganés, alta, guapa, con ansias de vivir, coleccionista de momentos, feliz.
   Nos citamos en una terraza especial, en una tarde de bochorno que, por deferencia a nuestra alegría, se tornó fresquita y acogedora.
   Hablamos, brindamos con un Verdicchio y, con los labios humedecidos por el aroma a limón y almendra del excelente vino, comenzamos a desgranar el cuestionario. A abrirnos a la amistad, a fortalecer el lazo.



  Me dice Ana Victoria que el principal rasgo de su carácter es la valentía.
    Me dice que la sinceridad y la honestidad son las cualidades que más valora en cualquier ser humano. Que a sus amigos sólo les pide lealtad.
Se reconoce inconstante y que el teatro le da vida.
   Le atrae las biografías intensas de las cortesanas, de las hetairas. Me dice, levantando la copa y con una sonrisa pícara, que puede que en una vida anterior lo fuera. Teme a la enfermedad, a no poder disponer de la mínima independencia, a hacer sufrir a su hijo, su héroe en la vida real.
Ana tiene un lema: "La vida pasa tan deprisa que, a veces, el alma no tiene tiempo de envejecer". Se arrepiente de no haberse querido lo suficiente. Ahora se viste de alegría, recuerda constantemente a sus padres, con la admiración que le provoca esa generación; me dice que le gustaría saber volar.
   También que le gusta el color verde, las amapolas y el misterio de las magnolias.
  En prosa prefiere a Javier_Sierra y Julio_Llamazares, y entre los muchos poetas que admira, me habla de Amado_Nervo: Si tú me dicen ven, lo dejo todo...
   Se recrea en la luz de Sorolla y en la emancipación de la mujer, en su dulce paz actual y en el gozo de una buena conversación mientras lanza los ojos al horizonte. 
   Ya era noche, habíamos tomado también unas cervezas y un detalle de hierbas que nos trajo el camarero, el mismo que nos hizo las fotos para fijar el momento. De algún lugar nos llegaba la voz de Miguel_Poveda: "Me lo dijeron mil veces... que se me paren los pulsos, si te dejo de querer, que las campanas me doblen si te falto alguna vez..."
   Y, con esta estupenda canción de la Piquer, nos fuimos, despacio, con el cansancio dulce de las confidencias y mirando hacia arriba, siempre, ahora para admirar una luna hermosa que ya estaba a punto de completar su perfecta y orgullosa redondez.
   Gracias, Ana Victoria. Hasta pronto. 

jueves, 2 de julio de 2020

Sonrisa de encargo





Cuando la cuerda áspera del desasosiego aprieta demasiado, cuando escapa el aire por las ventanas cerradas, cuando el ruido se hace mortaja, huyo. 
   Antes, una vez al mes, luego, cada vez más a menudo. Me refugio en mi jardín secreto. Allí paso el día. 
   En silencio. En mi necesario silencio.
   La última vez, un amigo que me descubrió, me hizo esta foto. Me pidió sonreír. Lo hice. 
  Mi jardín ya no es secreto. Estoy pensando en otro. Sé que es más silencioso, pero se encuentra tan lejos...
   Ahora, solo sonrío cuando me lo piden.