Como fui la princesa del cuento hasta que nació mi hermano, me mimaban, me hacían fotos cada dos por tres, a todas horas, mis tíos, mis tías, sus novios, mi padre. Un día, a comienzos de año, vino a la casa grande un fotógrafo profesional. Me hizo posar encima de la cama, sentada en lo alto de la nevera, en el sillón, con las piernas dobladas y mandando callar a la muñeca que me habían traído los Reyes. Era una muñeca enorme, de cartón piedra, rubia, muy bien vestida y con unos ojos que te seguían allá donde fueres. Tenía la boca demasiado pequeña. Me cayó mal. Nunca llegamos a entendernos.
¿No juegas con tu muñeca?, me decían, cuando me veían sumergida en los tebeos de El Capitán Trueno, del que estaba profundamente enamorada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario