viernes, 24 de enero de 2025

Mis abuelos.

 "Por esos años en los que Dios era el abuelo moviéndose en el desván".

El moño de mi abuela era como los otoños nuevos
y, tan grande, como los sueños de los niños traviesos.
Llevaba un delantal de colores imposibles, con un enorme bolsillo
en donde guardaba miles de ovillos de lana, botones de todos los tamaños, almendras garrapiñadas y recetas antiguas.
Era la madre de mi madre.
Se sentaba en un rincón del patio donde se volvía invisible y podía mirarnos a todos y lanzarnos flores silvestres que se nos enredaban en los pies descalzos y en la sonrisa escandalosa.
Una mañana de lluvia, se sentó en su rincón preferido, allí donde brotaban todas las rosas libres de espinas y tenían su escondite los caracoles y las hormigas moradas, y nunca más volvió a aparecer.
Pero, de vez en cuando, vemos alguna labor colgada de las ramas más altas de la higuera.
Mi abuela se llamaba Victoria.
Me enseñó a ser valiente, a amar la soledad, a tener siempre una labor entre las manos y a dejar las puertas abiertas.

Mi abuelo era sabio, sembraba libros por todas las habitaciones
y a veces pasaban meses hasta que se le podía encontrar entre tantas páginas abiertas.
Luego regresaba con los ojos llenos de magia y de historias nuevas
y nos las contaba alrededor de la mesa, llena de higos secos y almendras de Turquía.
Una tarde me llevó con él por toda aquella selva de palabras
y armarios gigantes y, cuando regresamos, yo llevaba tatuado en la frente, ya para siempre, el estigma de las lectoras incansables.
Mi abuelo se llamaba Emilio y tenía los dedos tan largos como las historias del final del verano, los labios temblones de haber visto tanto y los ojos con lluvia de los que viven mil vidas.
Mi abuelo me dejó el desván con todos sus poemas y una cajita de pastillas con sabor a regaliz, un reloj de pared y un relicario antiguo, una colección de novelas del oeste con las esquinas dobladas y una colcha de retales para que nunca me sorprenda el frío.




2 comentarios:

  1. Mauro Navarro Ginés24 de enero de 2025, 14:38

    Creo habértelo dicho alguna vez. Estos relatos me devuelven a lo mejor de García Márquez. Y te lo digo de corazón. Un abrazo. Y sigue escribiendo, por tu bien y el de la humanidad entera.

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    1. Por Dios, amigo, me viene grande esa comparación. Ya me gustaría. Pero te lo agradezco y me anima a seguir aprendiendo y disfrutando de la magia de la escritura. Un abrazo grande.

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