Un pueblo hecho poema. Cal y proverbios. Versos tatuados.

     Mi amigo Enrique, al que se le conoce por "Gandhi" por ser un experto en la figura del pensador y activista indio, me habló de su pueblo, de la poesía en sus paredes y del relajo y paz que procura pasear por sus calles. De sus puentes y su historia.

Se refería a Colmenar del Arroyo.

   Se lo pregunté a Haro. Y le pareció bien.

   Este perro mio, con tal de ladrar en diferentes localidades y entornos, con tal de olisquear otros aromas, colocar su impronta y dejarse querer por cuantas personas se le acerquen, no se niega nunca a una salida.

    Elije traje y correa y andando.

 Llegamos pronto y sin contratiempos a esta localidad de la Sierra_Oeste_de_Madrid.

  Ya desde el coche, y mientras buscaba un lugar donde dejarlo, íbamos leyendo frases y trocitos de poemas.

  Hacía sol y calma.
  Paseamos lentos por sus calles.

  Nos hicimos algunas fotos.

  Nos tomamos una cerveza en una terracita en la Plaza, con la Iglesia a nuestra izquierda y la Casa Consistorial a la derecha.

   Un gozo.

¿A que estáis de acuerdo?

Mi perro me hizo esta foto.

¡Es más caprichoso!

Suscribo.

Y obligatoria.

    Estuvimos una hora callejeando. Olía rico.

  No nos dio tiempo a más, porque teníamos que llegar hasta San Martin de Valdeiglesias, para comer con mi hijo Diego que vive allí con su familia, pero les dijimos a algunos vecinos que se acercaron (lo que os decía al principio), a acariciar a Haro, que volveríamos con más tiempo para continuar recreándonos en la poesía de sus calles.

   Fue la idea de Luis, un soñador.

  Mantenida por su compañera Anita y por todos los habitantes-poetas del pueblo.

  Una acción poética que perdura. Un arma cargada de pasado, de presente y de futuro.

   Nos fuimos, Haro y yo, con la sonrisa curvada. Iluminados.

   ¿Y si fuera amor?