HISTORIA DE MI EXISTENCIA.
Por Pilila Fernández de de Blas.
Tal y como me he propuesto, no dejaré ni un solo día de escribir mis memorias. Ya estoy con mi café y mis cuartillas presta a componer el segundo capítulo de mi biografía.
Llevaba más o menos media hora cuando he tenido que dejar de escribir porque
han llamado a la puerta. He abierto sin mirar por la mirilla, cosa que me
recrimina mucho mi Nicolás y me he
encontrado con un par de señores trajeados,
con una cartera en una mano y revistas varias en la otra, los dos tan
iguales que yo juraría que se trataba de siameses felizmente separados.
Me han mirado muy fijamente con los ojos
como platos y después de dejarme un par de revistas balbuceando algo sobre no
sé qué del Juicio Final, se han ido
cagando leches, (esto último tengo que pensar si lo pongo o no, ya me lo dirá
mi editor cuando me haga la corrección de las memorias), y al cerrar la puerta
y dejar las revistillas encima del mueble que decora el hall de mi casa, que
por cierto encontré una noche en un contenedor y yo, que he tenido siempre un
gusto exquisito, me percaté enseguida que era una joya del art-decó, y mirarme en el espejo de pan de oro que hay
encima, casi me da un pasmo: resulta que esta mañana y en mi desazón por
empezar a escribir lo antes posible, me quité la parte superior de mi pijama
rosa que utilizo para dormir desde hace varios años, (me ha dado muy buen
resultado), y con las prisas digo, no me acordé de ponerme la sudadera de Mc
Donald´s que tenía preparada y que me da un aire muy intelectual, y había
recibido a los testigos de Jehová siameses con las tetas totalmente desplegadas
a la vista y mirando hacia el felpudo las pobres.
Me repuse del disgusto y de la vergüenza
comiéndome una madalena que había
encontrado aquella misma mañana traspapelada detrás del bote de los garbanzos,
no sé calcular con precisión cuántos meses llevaba allí, el caso es que estaba
bastante dura, me la comí con papel y todo porque fue totalmente imposible
separar el uno de la otra. Una vez
tranquilizada continúo describiendo la aventura de mi vida biográfica.
Capítulo 2.
"Nuestro noviazgo duró quince días,
porque, aunque me gusta hacer las cosas despacio, no estaba dispuesta a que
llegase alguna lagartona y me levantara al Nicolás, que teníais que haber visto
cómo le devoraban con los ojos las chicas de la droguería de la acera de
enfrente cuando me esperaba a que yo saliera de mi trabajo, tan guapo, con su
americana príncipe de gales y con las mangas un poco arremangadas para que se
le viesen con más desahogo los gemelos del Atlético de Madrid.
Nos casamos un cinco de Agosto, bajo un
sol de injusticia: 40º dentro de la iglesia, fuera, ni os cuento. El cura, con
los ojos desencajados, deshidratado el pobre y dándose aire con un abanico de
lunares negros a juego con la sotana, aguantó hasta el final, aunque en las
ansias de la muerte se le olvidó pedirle al padrino los anillos y nos los
pusimos luego en el banquete que sucedió a la ceremonia, en una espléndida
terraza de la Casa de Campo, a lo fresquito.
Mi Nicolás iba espectacular, tuvimos la
suerte de que unos días antes le habían dado un uniforme nuevo de pocero, ¿os
había referido anteriormente que ése era el oficio de mi novio?, y se lo puso, porque los dos somos de la opinión de que es una sinrazón comprarse un frac o similar sólo para ese día, eso sí, las
botas de caña alta no se las puso, iba con unos náuticos azules preciosos que
compramos al unísono en Los Guerrilleros.
Yo iba con un traje de novia que alquilé
por la misma razón que he expuesto más arriba y con un casquete de raso con
flores silvestres. Estaba muy nerviosa y deshidratada, como el cura, y le
preguntaba constantemente a Nicolás si se me había torcido el casquete florido,
y él me decía bajito y al oído: el casquete…, el casquete es el que te voy a
echar yo esta noche, que me hacía reír hasta las lágrimas el condenado, que
siempre ha sido muy gracioso y muy macho
mi hombre.
Llevamos casados ya quince años y
todavía me lo dice algunos sábados, claro que ya se le ha reducido mucho la
pasión y no es lo mismo. Él dice que es por el estrés que sufre en su trabajo y
yo le digo que también tendrá que ver los cinco o seis botijos que se mete
entre pecho y espalda con los compañeros
después de salir del trabajo. Se cabrea cuando le hago esta puntualización y
luego el domingo no me quiere sacar a dar una vuelta y me tengo que ir a tomar
una tila a casa de mi vecina, a cuya hija Lupe, la universitaria, cada vez le
menguan más las cuartillas".
Tengo que dejarlo aquí, mis pacientes lectores, esto es lo que tiene ser escritora a tiempo parcial. Voy a hacer unas lentejas para mi Nicolás, que ya está a punto de llegar. Mañana sin falta continúo.
Nota. Soy Asiole, que me dice mi vecina Pilila, que le están saliendo muy fluidas las memorias y que su hombre la felicitó por las lentejas, aunque le dijo que la próxima vez las hiciera algo más caldosas.
Tengo que dejarlo aquí, mis pacientes lectores, esto es lo que tiene ser escritora a tiempo parcial. Voy a hacer unas lentejas para mi Nicolás, que ya está a punto de llegar. Mañana sin falta continúo.
Nota. Soy Asiole, que me dice mi vecina Pilila, que le están saliendo muy fluidas las memorias y que su hombre la felicitó por las lentejas, aunque le dijo que la próxima vez las hiciera algo más caldosas.
Por favor! sigue con las memorias, son buenísimas. Disfruto enormemente leyéndolas. Esto hay que publicarlo. Un beso.
ResponderEliminarEs una historia que tenía casi olvidada. El otro día tirando papeles la volví a ver y me falta la distancia para verla. La tiro o la saco a pasear? La he puesto el casquete de flores y aquí está. Depende de ella si muere o camina.
EliminarCaminará, seguro que lo hará. Un abrazo
ResponderEliminarVoy a hacerla andar hasta la esquina. A ver cómo se comporta. Ya vamos viendo. Besotes.
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