Una mañana de invierno
me observa tras los cristales,
fría y distante,
con odio.
Le doy la espalda y cierro los ojos,
pero la siento agarrada a mis pestañas
como un buitre carroñero,
que huele el miedo,
que espera.
Una mañana de invierno
me aguarda,
para recordarme,
con ladina sonrisa,
que ya te has ido.
Una mañana de invierno
acaricia con manos blancas
mi cintura desnuda,
mi corazón desvaído.
Si podéis, si tenéis un ratico, cruzad el trozo de lago que nos separa y déjadme que hable.
Escúchadme.
Ayúdadme a despejar la niebla.
Escúchadme.
Ayúdadme a despejar la niebla.
Aquí estoy.
ResponderEliminarMC
Ya lo sé. Un beso grande.
ResponderEliminar¿Se disipó ya la niebla? ¿NO? Pues toma mi mano e intentemos salir de ella.
ResponderEliminarPues te tomo la palabra. La niebla. no sólo no se disipa, es que aumenta por momentos. Ay, cuándo llegará Mayo! Y gracias.
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