París, 1974.
Soy aquella niña
de vaqueros desgastados,
trenzas arriesgadas,
eternamente ocupados los brazos
con libros subrayados con urgencia
y un noviete detrás,
resignado y paciente.
Soy aquella muchacha,
ansiosa alocada,
que bajaba escaleras sin peldaños,
de semanas desdentadas,
de tartas sin velas
y futuros sipreámbulos.
Soy aquella mujer que ya era,
incesante reloj,
ciento volando.
¿La silla la llevaste de España? Una bromilla del nuevo año.
ResponderEliminarEstaban allí, no sé, había sillas al lado del camino. Y cogí una. Luego, las veces que he vuelto, ya no había. Tampoco yo era la misma.
EliminarEs importante sentir esa niña que fuimos, que somos y que seremos, porque nuestro espíritu demuestra que aún es muy joven. Dicen que no hay que vivir de fotos amarillas. Pienso que recordar lugares en los que al conocerlos se nos alteró la sangre, vuelves a resucitar. Besos parisinos.
ResponderEliminarRecordar es volver a pasar por el corazón. Un beso grandote amiga.
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