I.
Déjame recordarte mansamente,
con el mar de mi cuerpo sosegado,
el dolor dormitando en mi costado,
la mirada perdida, indiferente.
Las tinieblas han bajado de repente
su gris telón, la función ha terminado:
ya no tengo ni futuro, ni pasado,
como una enamorada adolescente.
Cual si fuera un okupa desalmado,
al invierno ya lo tengo de inquilino,
¡vive Dios!, hasta el día de mi muerte.
Por mis venas corre agua de la fuente,
por mis ojos pasa el tiempo muy deprisa,
pero la paz llegará... soy muy valiente.
II.
Estoy sentada aquí en este
prado
con lápiz y papel, entre
amapolas,
con este mar de trigo
haciendo olas
y un calor en mi pecho
aposentado.
En el aire tu olor, que
huele a nardo,
a violetas, a sol y a
caracolas,
me envuelve como un manto
si estoy sola
mientras llegas a mí y yo
te aguardo.
Haré un poema de frescos
manantiales,
de un bosque de pinos, de
un hayedo
o un millar de cerezos y
rosales.
Pájaros cantarán si tengo
miedo,
serpentean los ríos
torrenciales,
se escurre la poesía entre
mis dedos.
III.
Me dijiste que me fuera y ya me he ido,
que no quiero que por mi vistas tristeza,
que finjas, si me ves, falsa extrañeza,
lo nuestro era, lo sé, un sin sentido.
En este juego desigual, yo no he perdido,
tu vida terminó, la mía empieza
con el recuerdo de aquel amor y la belleza
que te di de beber y no has bebido.
Sediento, rememoras el pasado,
yo sin sed, porque bebí con desmesura
y te amé como nunca te han amado.
Te llevaré enredado en mi cintura
y, aunque sé que estuviste enamorado,
elegiste el pedestal a la escultura.
Leo el poema con mesura,
ResponderEliminarllenándome de todo el contenido,
y aún con el alma enmudecido,
sé que nunca alcanzaré tu escritura.
Me gustará muchísimo leer todo.Un abrazo.
Tú puedes con eso y con lo que te propongas. Lo sabes. Lo vives. Un beso sin mesura.
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