De Maroñas a Logoso.
"El camino no es largo cuando amas a quien vas a visitar".
Mis amigos continúan el camino. Yo, continúo esperando. Aquí, ociosa, enmohecida.
Escribiendo.
Sólo.
Los ángeles pétreos del cementerio de Maroñas, despiden a mis romeros.
Buen camino parecen decir a coro.
El camino se asemeja a todos los anteriores, pero es distinto.
Cada matiz, cada color, parece nuevo. Algo cambia, porque sigue enamorando, sigue imantando la mirada al suelo, a la copa de los árboles, a la lejana niebla, al horizonte.
El hórreo igual a todos, pero diferente. Éste tiene 12 columnas que sustentan la edificación, como una mansión diminuta. Como la casa de los siete enanitos gallegos.
Allá se divisa un parque eólico y todos pensamos en el Quijote: No son gigantes amigos, que son molinos.
Se continúa, con apenas una parada para reponer fuerzas y refrescar la garganta.
Y después de la cuesta, Logoso.
Y el anárquico albergue o logoso. En cuesta también.
Ahora, ya por la tarde, un paseo por las ruinas de otra época hacen sueño.
Un "pedra cabalgada", un monumento celta, altar o mesa de ofrendas o sacrificios, hace que la imaginación vuele, que se pergeñen historias de otros tiempos.
Cae la noche.
Se apagan las luces y las literas se van acomodando a los cuerpos.
O al revés.
Silencio.
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