Me levanté y me regalé una copita de
Calvados, apenas un dedo. Otro cuscurro. No quedaba más. Ya tengo tarea para
mañana: comprar otra botella, y un cuento para mis nietos, y cápsulas de café y
un cuaderno nuevo donde seguir albergando los miedos. Y tinta de color verde.
En mi estudio me espera, espatarrado y
desafiante, el noctuario, hoy no querías escribir, parece decirme. Y echo la
mirada a lo lejos, al más allá, a aquellas luces gentiles que me parpadean
promesas, al manto de la noche, y me mojo los labios con el licor fuerte y
decidido del brandy… los labios…
Y
escribo:
Los
labios dicen mucho
de tu
alma.
La
boca a veces te arropa,
a
veces se perfila en un guion rencoroso
y
deja un rastro podrido
de
antiguos desdenes.
No
podemos percibir ahora
sus indicios.
Los
labios sonríen o te juzgan
y en
ellos yo veía tu ansia o tu huida.
Hoy
he tenido que fijarme en tus ojos,
estaban
llenos de pájaros ausentes,
de
rosas oscuras y vencidas,
de
ráfagas de palabras amarillas.
Y
esos labios que tanta sed me daban
cuanto
más los bebía,
se
esconden, tercos, en un silencio hostil
tan lleno de cristales.
Y apuro el contenido de la copa y dejo la
pluma y apago la llama confidente de la lamparita. Ya no hay carillón, ni se balancean
los caireles, ya se fue definitivamente el día. Ya no tengo tu boca.
Me dirijo, vencida y mansa a la alcoba en
penumbra.
Descalza.
Muy bonito y conmovedor .Um abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias. Un abrazo y a cuidarse. Pura vida.
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