26. En paliativos.
Hoy comienza la primavera. Me
lo ha recordado Merche, la enfermera de las mañanas, cuando ha arrancado la hoja
del calendario, un gran taco colgado cerca del televisor y que me ofrece todos
los días, — ¿La quieres Marcela?
— ¿Qué dice la frase?— le
pregunto.
—“Comete tres veces el mismo
pecado y acabarás por creer que es lícito”, — es un proverbio judío.
—Vaya, no está mal. Llévatela
tú hoy.
Se la guarda en el bolsillo
del uniforme. Nos repartimos las hojas según nos guste la cita que figure en
ellas o el tipo de pasatiempo que haya en el reverso.
Es una mujer de casi cincuenta
años, grande, con el pelo muy corto teñido de naranja y con todos los dedos
llenos de sortijitas.
— ¿Y qué tal estamos hoy
Marce? ¿Te has terminado el desayuno? ¿Te duele algo? ¿Nos bañamos?
Así es ella, todas las
preguntas seguidas, correlativas, sin esperar ninguna respuesta.
Ya se ha ido.
Me doy la vuelta y miro la
ventana, los cristales, las ramas del magnolio que conversa conmigo todos los
días y las copas de otros árboles que no sé de qué tipo son.
Y las nubes. Y el cielo
azulito y limpio. Insensible. Inconmensurable.
En la repisa, dos jarrones
pequeños con unas rosas amarillas en uno y un capullito blanco de mentira en el
otro. Las rosas me las trajo Julián y el capullo de mentira mi amiga Pilar que
vino ayer a las siete y a las siete y cuarto seguro que ya estaba cogiendo el
autobús. Visto y no visto.
Reconozco que no es agradable
visitar a alguien que se está muriendo y que lo sabe.
¿Qué se dice en estos casos?
¿De qué se habla?
Miro la bandeja encima de la
mesita todo uso del hospital, me he dejado un par de galletas del desayuno y, entre la servilleta, deliberadamente arrugada, he escondido la pastilla de las
mañanas. Hoy no me apetece tomármela.
Y no, hoy no me baño. No me lo
pide el cuerpo.
Con el mando de la cama elevo
un poco el cabecero y me acomodo la almohada en la espalda. Tomo el libro que
espera junto a la bandeja.
Memorias de Adriano. Tellus
Stabilita: “Mi vida había vuelto al orden, pero no así el imperio. El mundo que
acababa de heredar semejaba a un hombre en la flor de la edad, robusto todavía
aunque mostrando a los ojos de un médico imperceptibles signos de desgaste y
que acabara de sufrir las convulsiones de una grave enfermedad”.
Ya viene otra vez Merche.
(De mi novela El ruido del silencio).
Aunque ficcticio, la verdad se impone a las palabras. Recuerdos tristes. Nostalgias perdidas. Cariños perennes. No hay intermisión
ResponderEliminarHay más realidad que ficción en el escrito. O no. En todo caso sí son recuerdos tristes. Continuar es lo que haremos. Continuar siempre. Abrazos sin pausa.
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