—Una copa de vino— pido.
—Dos — indica Julián al
camarero haciendo el signo de la victoria.
Esperamos en silencio.
La noche se asoma con
cautela por una esquina del ventanal, observando.
Simulo buscar algo en mi
bolso para ocultar el temblor de mis manos.
Le miro.
Llega el vino y los dos nos
aprestamos a beber, esperando quizá sorber la dosis de valentía que
necesitamos.
—No puedo dejarla Alicia—,
comienza.
Bebo de nuevo y dejo con
cuidado la copa en el mostrador.
—Quiero que entiendas…—
continúa.
No le miro, rebusco en mi
monedero, pago mi copa y me voy.
Y la noche me acoge y me abraza. Ella ya sabía.
Conciso y como todos tus escritos, bello.
ResponderEliminarGracias M. Carmen. Bella. Besos.
Eliminar