Hay una mosca en mi coche
que se ha quedado de okupa,
es cojonera de aúpa,
está de día y de noche,
y no hay manera de echarla,
ni engañarla, ni matarla,
ni echándole insecticida.
De verdad que esto no es vida,
sólo me queda adoptarla.
Pues ya tengo los papeles
de la mosca cojonera,
aquí la tengo, a mi vera,
luciendo sus oropeles,
comiéndose los pasteles
de la fiesta que hemos dado.
Tengo que andar con cuidado
y mantenerme impasible,
mi mosca es muy susceptible
y está buscando abogado.
Y, aquí acaba la historia,
de mi encuentro con Rufina,
ella dice que es sobrina
y no tengo escapatoria
y encima se vanagloria
de que me hace feliz,
se me posa en la nariz
y me pone de los nervios,
se sabe los evangelios,
dice que es mi Beatriz.
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