martes, 2 de enero de 2024

Año nuevo. La insidia de la nostalgia.

Me despierto y veo la mitad de la mañana,

abro con desmesura los ojos

y solo uno responde a su cometido.

Julio se derrama por mi colcha azul

y sé que anoche me acosté en enero.

Una nube diminuta ha eclipsado mi ojo izquierdo.

Al mirarme las manos, mis uñas, ayer color berenjena,

son ahora de un tono pajizo y nuevo.

Me han crecido los pechos.

Una melena larga se derrama por la almohada.

Mi cama, observo, no es de matrimonio.

Mi ojo sigue ciego. Hace calor en esta habitación que recuerdo.

¿Te hago un café? me grita mi madre desde algún lugar.

Tengo que levantarme, pienso, he quedado para comprar regalos.
Es víspera de Reyes y tengo nietos.

Me toco las tetas y la tripa inocente. Llego al pubis.

Oigo a mi madre avanzar por el pasillo de aquella casa.

Poco a poco mi ojo izquierdo se hace luz.

Tengo diecisiete años en el reflejo del espejo del armario.

Me incorporo para esperar el café y el regreso.

Luego quizá vuelva a dormirme, para despertar de nuevo.

O puede que decida levantarme deprisa y vivir.

(Escrito de madrugada, quizá aún conticinio, con el desengaño de la vida apretando con saña en las pestañas)




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