Tiempo de nietos y de cuentos troquelados. De contemplar luces y magia. De continuar la tradición de Cortylandia, de malgastar el algodón de azúcar y los caprichos efímeros.
De abrazos tan fuertes como las ganas de vivir de nuevo y de perpetuos bigotes de chocolate. Tiempo de retrocesos y de avances.
De cojines en el suelo y de noches breves. Los nietos. Esas personitas que te confunden, que te descolocan y te ubican. Que te hacen emerger.
La moda de los besos explosivos. Milagro.
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