martes, 31 de diciembre de 2024

Nuevo salto al vacío

 Aún estoy a tiempo, pienso. Aún es hoy, aún tengo los pies detenidos en el ahora, todavía estoy a tiempo de sumar. Todavía no he dado el salto al frente, aún no es pasado.

Y, en el borde del nuevo año, recuerdo un enero anotando en la agenda todos los sueños, los proyectos, los perdones pendientes, los abrazos ignorados, los besos que se perdieron aquella tarde de lluvia y miedo. Recuerdo aquel arrebol a destiempo, que me produjo un vértigo en la comisura de los labios. Aquella mirada de canela y esperanza, mis uñas coquetas y sedientas de su piel ofrecida. Recuerdo la huida, el abandono de la risa, la llegada del lubricán, tan escandaloso, tan nuevo. Y vuelvo a preguntarme, qué hacer con este último día, cómo recuperar la risa, de qué color será la película que comienza, qué palabras acudirán a mis manos para poder seguir caminando. Abro una nueva agenda. Trescientas sesenta y cinco oportunidades de clavarme a la vida. De exigir, con una rotundidad que no poseo, un caligrama hermoso, como éste que me regaló una mañana gozosa mi amiga Aman. Al nuevo año le pido ilusión, salir de este remolino interminable. Ganas de sentir, de respirar. Profundo.
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lunes, 30 de diciembre de 2024

Saliendo del 2024

Igual que se celebran las Preuvas, estoy celebrando, este 30 de diciembre, la Pre Clausura de este año que se va, haciendo balance, anotando, en las hojas finales del diario, qué es lo que ha pasado; cuánto he crecido; cuántas cicatrices nuevas adornan mi piel sedienta; qué desengaño, qué amor nuevo he metido, sin que nadie me vea, en la mochila; qué avances con la escritura; dónde estoy.

Y, descubro con asombro, que no estoy satisfecha, que no respiro con placidez, que desprendo desasosiego por el borde de las uñas, falsamente decoradas de fiesta, que me falta el vértigo.
En la preciosa agenda turquesa que me he comprado, he puesto mi nombre, anotado el teléfono y los compromisos adquiridos, me he fijado fechas para el triunfo, he subrayado días para ser feliz, barajado lugares perfectos para la presentación de los cuatro poemarios que tengo ya rematados, sopesando si serán de vuestro interés, si os seguiré emocionando, si aún tengo esperanzas.
Hoy me siento confundida, he repasado algún escrito, he puesto sábanas nuevas en mi cama, hemos dado, Chewie, mi perro autista, y yo, un largo, largo paseo y, ahora, voy a ausentarme en la lectura, mi tabla de salvación, mi religión, mi amante. Voy a intentar ubicar mi desasosiego, la entrada a un nuevo año. Voy a asumir que ya queda poco. Aunque llene mis cuadernos de poesía. Aunque intente confundir a las mañanas. Queda poco.
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sábado, 28 de diciembre de 2024

La magia de la Navidad.

Tiempo de nietos y de cuentos troquelados. De contemplar luces y magia. De continuar la tradición de Cortylandia, de malgastar el algodón de azúcar y los caprichos efímeros.

De abrazos tan fuertes como las ganas de vivir de nuevo y de perpetuos bigotes de chocolate. Tiempo de retrocesos y de avances.

De cojines en el suelo y de noches breves. Los nietos. Esas personitas que te confunden, que te descolocan y te ubican. Que te hacen emerger.

La moda de los besos explosivos. Milagro.




jueves, 26 de diciembre de 2024

El poder del amo.

Llevo tres días, o tres meses, ya no recuerdo, intentando escribir la novela histórica en la que estoy inmersa. Me hace mucha ilusión, ocupa mi mente todas las horas del día. Y de la noche.

Pero la poesía, obtusa y envidiosa, no deja de entrometerse entre el teclado y mis dedos ansiosos. Me detiene el impulso, me desvía la atención hacia otros recodos más íntimos y oscuros. Me lleva a su terreno.
Y me veo, de repente, con un par de versos, quizá más, iniciando el proceso de un nuevo poema.
-Tengo dos poemarios en manos de la editorial, le grito. Y no se vende, la poesía no vende. No eres comercial, la gente no te aprecia demasiado, dice que no hablas claro, que no consigue entenderte. Y se me acumulan los poemarios y las facturas y soy cada vez más pobre. No escribiré más poesía, voy a abandonarte, le insisto, elevando un poco más el tono de voz.
Intento retomar la escritura de la novela, aunque he vuelto a perder el hilo de la historia y ya no sé dónde se dirigía la protagonista ni cuáles eran sus intenciones.
-Eres poeta, me susurra, terca, al oído, es lo que más te gusta del mundo. No intentes cambiar. Zapatero a tus zapatos, me dice ahora la cabrona.
Mira, mira qué hermoso:
"La luna se apoya, febril,
en el tímido trapecio del pozo..."
Y, yo, ya rendida a su belleza y a su misterio, a lo que descubriré, me dispongo a continuar en la fiebre del poema.



domingo, 15 de diciembre de 2024

Domingo decembrino

Hoy me he levantado feriada. Con una muesca de impaciencia en la frente, con las manos llenas de ansia y, en las caderas, la cadencia del ímpetu.

No sabía hacia dónde dirigirme, qué hacer con la debilidad de mis piernas. Me haría un café, me dije, y sabría cómo sonreír. Abrí ventanas y dejé el sujetador encima de la cama. Me calcé las zapatillas de huir y me puse el sombrero más viejo de la colección, aquel que me conoce y sabe de mis desvaríos de niña.

Bajé sin mirar los trece pisos que me separan del mundo y me detuve un instante ante la incógnita. La luna se resistía y supe que el sol no habría de salir por la esquina de siempre.

Así, con esa capa de duda sobre los hombros, caminé hacia tí.

Llevo más de veinte años insistiendo en la búsqueda.

Eso que escribo.