Johana, gerente del recién inaugurado Café Gadir, me invitó tiempo atrás a formar parte de su primer día.
Y llegué el sábado y pronto.
Me acompañaban mi marido y tres amigas.
El local se veía, todavía, vacío, estaban ultimando los pequeños detalles, dándoles ese toque personal y cariñoso para que la tarde resultara.
Nos prepararon unos tés, nos regalaron el paladar con unas magdalenas exóticas, nos ofrecían, de vez en cuando, sus sonrisas... y esperamos.
Poco a poco se fue llenando de calor el local, las esculturas de Alejandro Alarcó se exhibían en las estanterías y en vitrinas. "Seres" originales y vivos.
Y ya con las mesas llenas y cuando, afuera en la noche, el viento se arremolinaba en las esquinas, comenzó la inauguración.
Habló Johana, habló Salvador el hermano de Alejandro, recité algunos poemas ante un público respetuoso y atento y los juegos de manos del mago invitado remataron el comienzo.
Un comienzo.
Con un futuro asegurado y fértil, porque la magia, el arte y la poesía se quedaron allí.
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