Duele el tiempo,
escuece como la sal esparcida
sobre el corazón expuesto,
duele el tiempo
y las costuras, el ocaso de los brazos
y el ritmo lento del pálpito.
Las esquinas sin luz,
la cama sin desorden,
el reguero de tu recuerdo
entre mis muslos,
los días sin gloria,
sin destino ni hora señalada.
Duele ese tumulto
de hastío y de secano,
de campo árido,
de silencio perpetuo,
sin horizonte a lo lejos.
Duele no haber sido.
Más.
(Del poemario, aún inédito, De noche oigo en mi cuerpo la carcoma).
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