sábado, 4 de julio de 2020

Cuestionario Proust




Comienzo julio. Calor y buenos propósitos. 
   Después del paréntesis obligado por el Covid-19, hay que continuar con la vida y rematar lo que se empezó. Mis cuestionarios Proust quedaron en el cuaderno, pendientes de realizar a muchas personas hermosas con las que quería conversar y mirarnos a los ojos, con una copa de vino en una mano y, en la otra, un bolígrafo verde con el que anotar sus ansias y sosiegos, sus deseos de ser. 
   El primer encuentro de esta nueva etapa ha sido con mi amiga Ana Victoria Picazo Guzmán. De Leganés, alta, guapa, con ansias de vivir, coleccionista de momentos, feliz.
   Nos citamos en una terraza especial, en una tarde de bochorno que, por deferencia a nuestra alegría, se tornó fresquita y acogedora.
   Hablamos, brindamos con un Verdicchio y, con los labios humedecidos por el aroma a limón y almendra del excelente vino, comenzamos a desgranar el cuestionario. A abrirnos a la amistad, a fortalecer el lazo.



  Me dice Ana Victoria que el principal rasgo de su carácter es la valentía.
    Me dice que la sinceridad y la honestidad son las cualidades que más valora en cualquier ser humano. Que a sus amigos sólo les pide lealtad.
Se reconoce inconstante y que el teatro le da vida.
   Le atrae las biografías intensas de las cortesanas, de las hetairas. Me dice, levantando la copa y con una sonrisa pícara, que puede que en una vida anterior lo fuera. Teme a la enfermedad, a no poder disponer de la mínima independencia, a hacer sufrir a su hijo, su héroe en la vida real.
Ana tiene un lema: "La vida pasa tan deprisa que, a veces, el alma no tiene tiempo de envejecer". Se arrepiente de no haberse querido lo suficiente. Ahora se viste de alegría, recuerda constantemente a sus padres, con la admiración que le provoca esa generación; me dice que le gustaría saber volar.
   También que le gusta el color verde, las amapolas y el misterio de las magnolias.
  En prosa prefiere a Javier_Sierra y Julio_Llamazares, y entre los muchos poetas que admira, me habla de Amado_Nervo: Si tú me dicen ven, lo dejo todo...
   Se recrea en la luz de Sorolla y en la emancipación de la mujer, en su dulce paz actual y en el gozo de una buena conversación mientras lanza los ojos al horizonte. 
   Ya era noche, habíamos tomado también unas cervezas y un detalle de hierbas que nos trajo el camarero, el mismo que nos hizo las fotos para fijar el momento. De algún lugar nos llegaba la voz de Miguel_Poveda: "Me lo dijeron mil veces... que se me paren los pulsos, si te dejo de querer, que las campanas me doblen si te falto alguna vez..."
   Y, con esta estupenda canción de la Piquer, nos fuimos, despacio, con el cansancio dulce de las confidencias y mirando hacia arriba, siempre, ahora para admirar una luna hermosa que ya estaba a punto de completar su perfecta y orgullosa redondez.
   Gracias, Ana Victoria. Hasta pronto. 

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