Anda últimamente algo perdida, han sido
muchas emociones en poco tiempo y, aunque ella tiene su vida llenita de contratiempos
y épocas oscuras, o sea que está curtida a base de bien, no entiende la extrema sensibilidad que la
envuelve ahora.
Tiene demasiados años, tres hijos, cuatro nietos, un
marido, un perro, tiempo para hacer lo que siempre ha querido y buena salud. Es
alegre y lleva sombrero.
Asiole lleva publicados tres poemarios y un
libro de relatos que están gustando mucho, está relativamente satisfecha, ha
sido abuela, tal y como cuenta un poco más arriba y vive en una ciudad verde y
soleada, que la conoce y la quiere.
Lleva unos talleres de escritura creativa,
clases de alfabetización a mayores, organiza miles de encuentros poéticos y lee todo lo que pilla. A todas horas.
Camina a diario con sus zapatillas de huir
y abraza todos los árboles que se lo piden.
Asiole duerme mal.
En las largas noches de insomnio pergeña
poemas, escucha la radio, dibuja, pasea por el salón como alma en pena y le
cuenta a su perro el comienzo de su novela y versos largos.
Podríamos decir que Asiole es feliz.
Pero nuestra amiga ha contraído hace ya casi
un año una doble enfermedad: el miedo y la tristeza.
Vamos a ver tontorrona, se dice nuestra
escritora, mirándose al espejo del cuarto de baño, ¿pero, qué te pasa, a estas
alturas de la película?
Y le pasa, lo sé, porque la conozco bien,
que tiene miedo al paso del tiempo, que cree que se le ha quedado algo, mucho,
en el camino, que no le va a dar
la vida que le queda para todo lo que desea, que teme que la novela no avance,
que le faltan muchos vinos por probar, libros que leer, países que recorrer y
miradas con las que cruzarse.
Le pasa que ahora, con la madre muerta, es
ella la que ha dado un paso al frente y la que tiene en sus manos el timón del
futuro, que ya no tiene a nadie detrás para apoyarse. Que les quedaron a las
dos conversaciones pendientes.
Y Asiole, escribe. Escribe esa novela de la
que conocemos el comienzo y que espera acabar antes del próximo cumpleaños.
Escribe historias en las que conversa
con su madre, en las que su marido es diplomático y viajan constantemente, de
un paisaje a otro; que se baña en varias aguas, siempre diferentes, tal y como
vaticinó Heráclito; que su marido la hace reír; que le sobreviene una aventura;
que contempla, desde algún porche de alguna cabaña, de algún bosque, la otra
cara de la luna, escribe…
Mira a su marido dormir plácidamente, todos
los días, en el sillón amarillo de la sala, le contempla dormir despreocupado
por las noches durante ocho interminables horas, le ve dormitar antes de la
comida y después del café, a media mañana.
Ella no puede.
Un día, cuando despertó, de una de esas
duermevelas, entre cabezada y cabezada, nuestra amiga Asiole, le miró y le dijo
muy lentamente: Cuando uno de los dos
muera, yo me voy a ir a Italia.
Recordó esta frase de un cuento breve de la
Mastretta y le vino al pelo.
Y entonces Asiole se recostó en el sillón de
flores diminutas, se acomodó en la espalda un par de cojines granates, cerró
los ojos y notó, no me lo supo explicar bien, cómo, de repente, se le escapó el
miedo por alguna esquina del salón y le sobrevino la alegría.
Está bien ser inconformista para intentar superarnos y no dejar de hacer cosas y perdernos alguna vez en algún espacio libre de los sueños.
ResponderEliminarNo tenemos mas remedio que abrazar al insomnio como uno más de la familia.
En nuestro camino a Ítaca, a veces las alforjas las llevamos repletas, otras perdemos lastre para poder subir la cuesta. Aún así, dile a Asiole que el andar es avance, que todo está bien, que es muy positivo saber que nos queda mucho por hacer, porque el gusanillo de emprender y aprender va perenne a nuestro lado. Además el Señor tan importante y hacedor de todo es nuestro amigo y dice, que no quiere saber nada de nosotras hasta que no hallamos acabado toda la tarea pendiente y es muchíiiiisima.
Continúa, todo marcha. Buen verano.
Buen verano, mujer preciosa. Un abrazo grandote y gracias por existir.
EliminarSuscribo a Anónimo. Mientras queden las ganas, todo va bien. Te quiero. Un besito.
ResponderEliminarPues ya sabes, cariño. A ver cuándo una quedada para darnos la mirada. Un abrazo.
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