lunes, 20 de mayo de 2019

Me preguntan.







Me preguntan y respondo:
   Escribo porque nadie en mi familia lo hace, porque tengo recuerdos que he olvidado, por clavarlos en el cuaderno para que no escapen, escribo para recuperarlos y encontrar otros que, a lo mejor, no son míos; escribo porque vivo lejos del mar, porque me acompaña mi perro en las tardes largas, escribo porque los cuadernos sin usar me horrorizan, porque tengo miedo a la oscuridad y al silencio. Escribo porque quiero rescatar lo que he perdido, porque me río mucho cuando creo que lo he hecho bien y me gustan las historias que me cuento.      También porque le gustan a mi madre y le gustaban a mi tía. 
   Escribo porque es lo primero que deseo al despertarme y porque el deseo me dura todo el día. Escribo para dejar claro que los domingos por la tarde me producen frío y la hora de la siesta me seduce.
   Escribo porque quiero que mis hijos me conozcan de otro modo y para esconder entre un poema el secreto de aquel día. Escribo para sacarme la espinita del deseo que no tuve y vadear como pueda la nostalgia. Escribo para creer que todo está arreglado o que falta poco para ello, escribo para no escuchar el aburrimiento ni perder las ganas de soñar. Escribo para continuar callada todo el tiempo que pueda y para que tú leas luego mis silencios. 
   Escribo porque he vivido mucho y porque creo que no he vivido lo suficiente. Escribo para preguntar. Escribo para encontrar palabras nuevas y estrenarlas, para salvarme, para que me quieras. Escribo para que me leas, porque temo a la muerte, al vacío y porque no me encuentro bien. Escribo para saber el final de la historia y para creerme Dios.

   Escribo para tener más tiempo.
   Escribo para encontrar algún día, entre las palabras, la felicidad.

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