356. La tia Amalia.
Buenos días corazones.
Os dije ayer que ya que saqué todos los libros de la Mastretta, les iba a echar una ojeada.
Estoy liada con las compras del amigo invisible y diversas tontás de estas fechas, así que tengo el tiempo escaso. Os dejo un relato de otra de las tias de la historia de esta familia.
Y para más inri, hoy tengo que hacer una paella para veintidós.
Y he dicho que yo misma compraría las flores...
Os dejo con la historia:
Quería que su marido le dijera bonita y
que su amante le dijera querida. Imposible.
Así las cosas los dejó a los dos y se compró un
espejo grande
y las obras completas de
Mozart.
Nunca fue más feliz que aquel verano
azul.
Buenos días corazones.
Os dije ayer que ya que saqué todos los libros de la Mastretta, les iba a echar una ojeada.
Estoy liada con las compras del amigo invisible y diversas tontás de estas fechas, así que tengo el tiempo escaso. Os dejo un relato de otra de las tias de la historia de esta familia.
Y para más inri, hoy tengo que hacer una paella para veintidós.
Y he dicho que yo misma compraría las flores...
Os dejo con la historia:
"Amalia Ruiz encontró la pasión de su vida en el cuerpo y la voz de
un hombre prohibido. Durante más de un año lo vio llegar febril hasta
el borde de su falda, que salía volando tras un abrazo. No hablaban
demasiado, se conocían como si hubieran nacido en el mismo cuarto,
se provocaban temblores y dichas con sólo tocarse los abrigos. Lo
demás salía de sus cuerpos afortunados con tanta facilidad que, al poco
rato de estar juntos, el cuarto de sus amores sonaba como la Sinfonía
Pastoral y olía a perfume como si lo hubiera inventado Coco
Chanel.
Aquella gloria mantenía sus vidas en vilo y convertía sus muertes en imposible. Por eso eran hermosos como un hechizo y promisorios como una fantasía. Hasta que una noche de octubre el amante de tía Meli llegó a la cita tarde y hablando de negocios.
Ella se dejó besar sin arrebato y sintió el aliento de la costumbre desbastarle la boca. Se guardó los reproches, pero salió corriendo hasta su casa y no quiso volver a saber más de aquel amor.
Cuando lo imposible se quiere volver rutina, hay que dejarlo- le explicó a su hermana, que no era capaz de entender una actitud tan radical-. Uno no puede meterse en el lío de ambicionar algo prohibido, de poseerlo a veces como una bendición, de quererlo más que a nada por eso, por imposible, por desesperado, y de buenas a primeras convertirse en el anexo de una oficina. No me lo puedo permitir, no me lo voy a permitir.
Sea por Dios que algo tiene de prohibido y por eso está bendito".
Amén.
Os deseo un buen día.
Seguid leyendo todo lo que caiga en vuestras manos.
Me voy de compras.
Deseadme suerte y brevedad.
Aquella gloria mantenía sus vidas en vilo y convertía sus muertes en imposible. Por eso eran hermosos como un hechizo y promisorios como una fantasía. Hasta que una noche de octubre el amante de tía Meli llegó a la cita tarde y hablando de negocios.
Ella se dejó besar sin arrebato y sintió el aliento de la costumbre desbastarle la boca. Se guardó los reproches, pero salió corriendo hasta su casa y no quiso volver a saber más de aquel amor.
Cuando lo imposible se quiere volver rutina, hay que dejarlo- le explicó a su hermana, que no era capaz de entender una actitud tan radical-. Uno no puede meterse en el lío de ambicionar algo prohibido, de poseerlo a veces como una bendición, de quererlo más que a nada por eso, por imposible, por desesperado, y de buenas a primeras convertirse en el anexo de una oficina. No me lo puedo permitir, no me lo voy a permitir.
Sea por Dios que algo tiene de prohibido y por eso está bendito".
Amén.
Os deseo un buen día.
Seguid leyendo todo lo que caiga en vuestras manos.
Me voy de compras.
Deseadme suerte y brevedad.
Te has encargado de comprar las flores, como la señora Dalloway. Suerte con las compras, y sobretodo con esa paella rica que tienes que cocinar Tú. Feliz día.
ResponderEliminarLa paella ha salido bastante aceptable. Creo que hasta buena. O eso me han dicho. Y sí, querida amiga, las flores las he comprado yo, como la señora Dalloway. Bien dicho. Abrazos en ramilletes.
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