Imagen tomada de la red.
No había vuelto a
acordarme de él, o quizás no le haya olvidado un solo minuto, pero esta mañana,
sin saber porqué, al levantarme, el olor de su piel se me introdujo ladinamente
en las fosas nasales y un escalofrío, como los de entonces, me recorrió la
espalda.
Y deseé tenerle cerca, con un ansia y una
precipitación tal, que tuve que moverme deprisa por toda la casa para no ahogarme.
Busqué en la cómoda, dentro de una cajita
llena de cachivaches, su foto.
La dejé allí para olvidarla y también para
buscarla el día en que recordar las facciones de su cara me hiciera tanta falta
como respirar.
Le hice la foto un mes antes de que se
fuera.
Me aparté
bastante, para que saliera entero, todo, para poder recordar un día como hoy,
con total nitidez, el color albo de su pelo, sus ojos, que
veían todo de mí cuando miraban, esa boca que me susurró tantos placeres y sus
manos, que tanto amé, y que, ahora me he dado cuenta, no han dejado nunca de
rodearme la cintura.
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